martes, 1 de agosto de 2017

LOS CAMBIOS DE MANUEL





A MODO DE INTRODUCCIÓN En esta vida hay una cosa que produce miedo y esa son los cambios. No solo de vida sino hacía cualquier cosa, en veinticinco mil palabras he querido plasmar un tramo en la vida de Manuel y como él, ha ido afrontando todos esos cambios. Cuando desenmascaramos una cosa esta pierde su identidad y ya se hace más manejable este debe ser el camino para afrontar los cambios sin que nos de miedo hacerlos y busquemos mil escusas para no llevarlos a cabo.
LOS CAMBIOS DE MANUEL El sonido del paso de los coches te sitúa en la gran ciudad, los cláxones se activan ante cualquier duda y las caras irritadas son el reflejo de la vida aquí abajo, junto a las grandes casas, discurre una vida aceptada por todas las personas que habitan la gran urbe. La causa normal es no tener tiempo, es la consigna que se utiliza para todo y es patrón de la vida de todos. Junto a los grandes edificios hay un parque, como una isla-oasis con un camino circular que se utiliza para que la gente pueda correr, curiosamente. En el centro hay un canal con cinco surtidores que hacen las funciones de fuentes y de paso oxigenar el agua. Un gran número de árboles dan la ansiada sombra en los meses de calor. Allí se concentran  muchas personas en busca de lo que la ciudad no les da. Como, contrasentido te puedes llegar a sentir agobiado en esta isla, por la cantidad de gente que acude. Manuel se encuentra sentado, en uno de los numerosos bancos que están colocados, con una buena sombra, para uno de los últimos días del otoño. Un libro le aísla de lo que pasa a su alrededor. Ha tenido la suerte de ocupar este sitio tras ver como una pareja se levantaba para proseguir su camino. Curiosamente su libro trata de cómo salir del círculo.
Curiosos son esos círculos que se anhelan estar en su interior y una vez dentro resultan ser prisiones de las que es muy difícil salir. Manuel embebe todas las palabras impresas y quieren llevar a cabo lo que ha aprendido por diferentes sitios. La tarde esta esplendida, un bullicio general acompaña el ambiente de la plaza. Por fin Manuel, levanta los ojos del libro y se levanta, tras consultar la hora mostrada por su reloj. Su cara, se muestra ilusionada. Esperando llevar sus ideas a la realidad. Ha sido el empujón que necesitaba para empezar. Sobrepasa a grupos de personas que se mueven en dirección contraria a la que él lleva.
El sol comienza a caer y diferentes grupos de personas van a alguna de las seis salidas. Los niños se hacen los perezosos y remolonean lo que pueden, hasta que una voz autoritaria rompe su pereza para dejar los juegos que mantienen con otros niños y seguir a sus padres. Es hora de volver a casa. Manuel observa el gran numero de perros adoptados como mascotas, de todos los tamaños, razas y colores. Con los nombres más rimbombantes. Mañana llegara el solsticio de otoño y será el día con el comience su cambio. Ahora es momento de elegir que ropas introducirá en su mochila. El destino lo tiene claro, aunque no es una zona que conozca. Luego llevara la llave de su casa a unos amigos para que rieguen las plantas que deja y echar un vistazo a la vivienda y al correo (facturas o recibos de los bancos). Sabe que tiene que ir ligero de equipaje, aunque el otoño exige un cambio de ropa, por una de más abrigo. Ello hace que sean dos bultos, una bolsa de deporte y la mochila. Hace unos años no podría
hacer una mudanza con tan poco espacio. Las necesidades han cambiado. A través de Internet ha localizado un hostal en un pueblo que no conoce. Allí, llegara sin empleo, sin conocer a nadie y con el respaldo de la pensión proporcionada por el instituto de empleo, tras haber renunciado a su trabajo de toda la vida. Manuel tendrá que levantarse pronto para poder coger el primer autobús que sale a las siete de la mañana en la estación de autobuses. El día se abre nuboso. El frenético ir deprisa ya se inicia con la llegada de las primeras luces del día, los coches hacen un conato de poder trepar unos sobre otros con el objeto de llegar antes. La espera del metro se hace con continuas miradas a los relojes o la aparente calma que supone leer las noticias en los diarios que acaban de ser regalados en la entrada. Otros viajeros juegan con el teléfono móvil, o se aíslan con la música que tienen guardada en sus reproductores
musicales, mientras otros tratan de terminar ese libro que no consiguen finalizar. El caso es que no surja ese fantasma, que es perder el tiempo, algo que esta mal visto en una sociedad que promulga el dicho de: “el tiempo es oro”. Manuel hace un repaso mental de ver si algo pudiera habérselo olvidado. Antes de salir regó sus macetas. Pero el no tiene con que justificar la espera del metro, con estar de pie en espera. El sonido que precede a la llegada, hace que las personas que esperan den un paso al frente para realizar la operación de subida al convoy lo más rápido posible. No acaba de terminar de frenar, los viajeros se agolpan hacía las puertas, mientras unos pocos intentan salir al haber llegado su estación de destino. Enseguida el silbato mete presión para que la operación se haga, todavía, más deprisa.
Difícil es leer en estas condiciones, por ello lo único que se puede hacer es mirar al vecino, que no termina de abrir los ojos para aceptar la llegada del nuevo día. Ante cada vaivén se desplaza antojadizo hacia el poco espacio que dejan sus vecinos. Con la llegada de la nueva estación, los movimientos se repiten, aunque los espacios se acortan y por tanto miradas de censura para quien lleva equipaje, pues esta ocupando un sitio extra. Ahora el ritmo del metro se ve truncado con la luz roja del semáforo, entonces el nerviosismo corre como la pólvora, todo el mundo se pone de acuerdo en notar el deseo de llegar a la meta, que cada uno tiene diariamente, por ello se encuentran mal, en aquel medio de transporte, a pesar que las puertas están abiertas. Cada persona lo manifiesta de una manera diferente pero hay patrones que se repiten en la mayoría de los viajeros: Miradas al reloj cada veinte segundos, desplazamientos sobre cada pierna, tocarse la cara, miradas inquisidoras, hasta que alguien verbaliza la frase: “siempre igual, esta línea no funciona” entonces se unen los comentarios hacía donde se aloja el conductor, como si fuera el responsable de que lleguen tarde a sus trabajos o tareas.
La luz verde se ilumina y calma en alguna manera la situación generada. La llegada a la nueva estación se ve precedida por el semáforo cerrado, de nuevo los comentarios y el nerviosismo generalizado ha llegado a todos los ocupantes. Manuel también consulta su reloj y llega a pensar en salir y coger un taxi, aun sabiendo que la situación en la superficie no va a ser mucho mejor. Por ello espera acontecimientos. En megafonía se informa que por avería en un tren el servicio no se presta con normalidad. Esto hace una desbandada de gente busque la salida.
Coincidiendo con el silbato de la partida. Manuel se encuentra mas ancho, de espacio. Solo le quedan tres paradas, con un poco de suerte llegara en unos minutos. A partir de entonces ya no hay nuevas retenciones. Al llegar a su destino, coge la bolsa y cuelga la mochila sobre sus hombros. Un panel indica el pasillo de la estación de autobuses.  Otros viajeros llegan a correr para no perder su autobús. Consulta el andén de su destino y pronto lo ve en la dársena tres. Unas escaleras y un autocar en marcha con las puertas de la bodega abiertas para dejar el equipaje. Un muchacho revisa su billete y se dispone a colocarlo, según su criterio. Sube los escalones y busca su asiento que se encuentra en la quinta fila junto a la ventana. No hay mucha gente y en poco tiempo los altavoces indican la marcha de varios destinos, entre ellos, el suyo. La puerta se cierra y un movimiento lento de marcha atrás comienza a iniciarse, a la vez que otros dos inician la misma maniobra, mientras las puertas se cierran. La gente toma posición de prolongar el sueño, son tres horas y media hasta el destino. El muchacho que recogió las maletas es el conductor del mismo, la destreza y la suavidad de sus movimientos parece indicar como si llevara años al volante. Manuel no quiere perder detalle de la salida de su ciudad. Ahora no sabe nada de donde va ni lo que va a hacer allí. Curioso que cuando uno coge un medio de transporte sabe a donde y para que va. En su caso es al contrario, sabe que no quiere seguir viviendo en esta gran ciudad y que quiere iniciar una nueva vida en una ciudad bastante más pequeña. El mes pasado cumplió los treinta y tres años. No se encuentra a gusto en el trabajo que desarrolla y menos con la vida que lleva. Por ello, con el conocimiento de lo que no quiere inicia la partida a otro sitio, que se eligió por azar.
Su vista no se ha bajado hacía el libro que tiene en sus manos, tiene la necesidad de ver todo el paisaje. Como el estudiante que busca ávido en la biblioteca el conocimiento en los diferentes libros. Así, Manuel, consume el paisaje que ofrece la carretera. El tiempo pasa deprisa y en un cartel de la carretera indica el desvió con el nombre de la ciudad destino. A pocos metros esta la estación de autobuses, con el bullicio que representa este medio de comunicación, para el enlace con otros destinos. Nada más bajar el conductor va entregando los bultos guardados en la bodega. Se acuerda de entregar a cada uno el suyo. Incorpora la mochila a su espalda y toma la bolsa para ir al servicio. Deja sus bultos en un banco metálico junto a la puerta de entrada.  Refresca su cara y brazos y torna a tomar sus bultos. Ahora toca preguntar donde se encuentra el hostal que busco en Internet. La ciudad esta cerca, no hay que tomar ni metro ni autobuses, las piernas le pueden llevar a cualquier punto en menos de media hora. La primera persona que pregunta le dice que tiene que subir la primera calle, que esta en cuesta, y la tercera o cuarta a la derecha. Comienza a contar mentalmente. Se les olvido poner el nombre de las calles, al ayuntamiento. Así hay que preguntar de nuevo. Una mujer que arrastra un carro de la compra le indica que es el portal donde esta el toldo amarillo. Al llegar al portal un cartel anuncia que está en el segundo piso. Sube las escaleras de madera con crujido incluido, a cada paso.
La barandilla metálica se ha ido nutriendo de diferentes capas de pintura lo que la ha dotado en un cierto cuerpo que en su origen no tenía, el pasamanos es de la misma madera que el suelo, de castaño. Techos altos, lo cual motiva una ascensión superior. Un rotulo con el nombre de “Hostal la Hoya” indica la llegada. Solamente con oír el crujido de los escalones no hace falta el timbre de llamada, la puerta está abierta, por ello solo tiene que
empujarla para estar en el interior. Dice un buenos días, en espera para que alguien le atienda. No tarda en salir una mujer joven que contesta con un “dígame”. Tras una corta comunicación le lleva a ver su habitación con un balcón sobre la calle por la que ha venido. A la pregunta sobre el tiempo que tendrá alquilada la habitación, la respuesta es: no le puedo decir, acabo de llegar y buscare un nuevo alojamiento.  Le indica que los pagos son  por adelantado. Con lo cual busca en su cartera para hacer frente al primer pago. El armario es bastante reducido  para colocar sus cosas, pero dispone de varias repisas que le van a hacer las funciones del mismo. No tiene la intención de estar mucho tiempo en el hostal. Por ello deja las bolsas sobre la mesa camilla y en una de las dos sillas deja la mochila. Y ya quiere conocer su nueva ciudad. Un cartel indica hacía la plaza mayor y es donde encamina sus pasos. Una plaza trapezoide en cuesta se abre por la calle por la que ha subido. Varias cafeterías y bares indican que debe ser un centro de reunión los sábados y domingos. Hoy es lunes y es la una de la mañana, lo cual hace que este prácticamente vacía, aunque ya comienzan a llegar niños que salen de sus escuelas y buscan el juego en cualquier figura arquitectónica, con el rechazo de sus madres que tienen que hacer la comida. No hay coches, es una zona peatonal, con bancos de piedra que invitan a disfrutar de los últimos rayos veraniegos. Manuel no sabe donde encaminar sus pasos, por ello elige una de las dos calles que suben. Afortunadamente no hay edificios muy altos. La ciudad se le antoja acogedora. La calle termina en una plaza donde se atisba los límites de la ciudad, donde está la parte más moderna. Un parque se ve en la parte del fondo, es allí donde encamina sus pasos. Se va cruzando con grupos de chicos que vuelven a casa. Mientras grupos de mujeres apuran sus compras para ir  a  hacer la comida o simplemente terminarla
El parque se abre con un cartel de información botánica, elige un banco a la sombra y piensa como va a encaminar sus pasos en está ciudad. Lo primero será elegir un bar donde comer. Luego ira al hostal para buscar unas direcciones que tiene que visitar. Frente al parque un bar cafetería, ofrece un menú al que puede acceder. Busca mesa.  Aun no ha venido el grueso de clientes. Tan rápido como se ha sentado ha llegado un camarero que le recuerda lo que hoy le pueden ofrecer. Toma nota y parte hacía la cocina. Poco a poco van llegando nuevos clientes, con conversaciones bulliciosas. Manuel se encuentra solo rodeado de gente. Su mesa esta en un extremo donde puede ver el paso de comensales, mientras espera su comida. Se da cuenta que tiene que empezar su cambio y torna su incertidumbre por una sonrisa. La televisión con su rum-rum machacón ayuda a elevar los comentarios, que en algún momento son voces. Nota que con las miradas que se cruza ya no son tan hostiles. Siempre es más fácil aceptar una cara sonriente. Recibe su comida y da las gracias. El camarero se extraña un poco pues casi nadie agradece nada, como si fuera parte de su trabajo. Responde con una sonrisa, que cae ante la llamada de la mesa contigua. Toma su ensalada  y comienza a disfrutar de ella, es otro paso de sus cambios. En la cocina no se han esmerado mucho en su elaboración, cuatro hojas de lechuga, un cuarto de cebolla y medio tomate. Pero no importa lo que sea sino el interés de incorporar esa comida a sus células. Sin haber terminado le traen el segundo plato: unas judías verdes rehogadas con ajo y pimentón. Como en el primer plato pone sus cinco sentidos en la comida. El restaurante se ha llenado y comienzan las idas y venidas. Manuel abona su consumición y sale a
seguir viendo su ciudad. Junto a la iglesia, que se encuentra cerrada por obras de restauración, hay un banco que le sirve para hacer la digestión fuera del anterior bullicio. Un abuelo que también ha finalizado su comida pide permiso para sentarse, la sonrisa de Manuel vuelve a fluir. -  Después de comer bien merece tomar este sol, afirma el abuelo que juguetea con su bastón. - La verdad es que si, ya quedan pocos días como este. - Bueno en esta zona aun quedan. ¿No es usted de por aquí? - No señor me acabo de trasladar hoy mismo. - Pues que sea bienvenido. - Muchas gracias, aun no conozco nada. - Si quiere le digo algo sobre nuestra ciudad. El abuelo resulto ser un gran erudito de la historia de su ciudad y le contó la historia de la misma. Se presento como José. Manuel le dijo que estaba en un hostal pero que quería alquilar un piso pequeño. - A las cinco abren una agencia que es la que lleva prácticamente todas las ventas y alquileres de la zona, hay podrá comparar precios y ver algunos pisos. Se encuentra dos calles más arriba en el lado izquierdo, no tiene perdida. - Muchas gracias José. - Yo vivo justo en el portal de enfrente de la agencia en el primero derecha. Pero suelo ir a comer al hogar del jubilado desde que enviude.  Su cara se torció y bajo la cara hacía el suelo. Fue hace tres años. - La verdad es que si una cosa no aceptamos es la muerte, dice Manuel. - No es que no la aceptemos es que no sabemos sobreponernos a ella. Somos animales de costumbres, cuando algo a lo que estamos acostumbrados nos falla, nos encontramos perdidos, Carmen era mi gran apoyo, mi amor y mi confidente. Mientras unas lágrimas se deslizan de sus ojos para llenar el pañuelo, mil veces doblado. -  Llevas razón José. Nunca estamos preparados para la muerte.
- Yo tengo setenta y cinco años, hace años cuando me decían de un hombre de la edad que tengo, pensaba que ese hombre era un cadáver, según me ido aproximando a esta edad yo mismo pongo un nuevo listón y así seguimos, auto convenciéndonos que no somos mayores. - Como siempre se dice los años no están en el carnet de identidad sino en nuestra cabeza y nuestras goteras físicas. - Yo afortunadamente de la azotea estoy bien y las articulaciones me permiten dar un paseo diario hasta la alameda junto al río. - Eso es lo importante, el poder valernos por nosotros mismos, responde Manuel, que siente cierta complicidad con este hombre que no conoce de nada. - ¿Qué has venido a hacer a esta ciudad? Si te puedo preguntar. - Como no, la respuesta es simple y compleja a la vez. Vengo de una gran ciudad pero la vida que llevaba no me satisfacía, así que decidí emprender una vida nueva aquí. - ¿Conocías esta ciudad? - No, pero algo, que no se decirle qué, me dijo que viniera a vivir aquí, y aquí estoy. No se de que voy a trabajar ni donde vivir, pero hoy es el inicio de mi nueva vida. - Tengo que decirte que has tenido mucho valor. Como me caes bien te ofrezco que veas el piso que hay encima de mí, es de mi hijo pero ya nunca viene, así que hablare con él, por ver si te lo puede alquilar. - Maravilloso, contesta Manuel, recordando que cuando alguien inicia un camino, todo se pone para que pueda llegar a su objetivo. Eso, al menos, dice la teoría. - Si te parece vamos a verlo. - Claro que si, es la respuesta vitalista. Encaminan sus pasos mientras le va contando cosas de la ciudad. Curiosamente José no parece ser el típico abuelo cotilla y que cansa contando la cantidad de males que tiene.
- Aquí es. En el segundo, interrumpe la conversación José. Abre la puerta del portal y toma al ascensor, que instalaron el año pasado, según le comenta. - Con tanta cuesta no viene mal una ayuda. - Es verdad, los que vamos quedando, pasamos de los sesenta, teníamos una ayuda y aprovechamos la oportunidad. - Genial. Afirma un ilusionado Manuel. - Siempre llevo las llaves porque suelo echar un ojo a la casa cada dos días. Adelante Manuel, la casa tiene dos habitaciones pero es muy luminosa, más que la mía, al estar un piso más arriba. Le va mostrado la casa que está equipada para entrar a vivir. - Consulta a tu hijo y pregúntale por el precio que quiere, seguro que llegamos a un acuerdo. - Está noche le llamare y mañana te digo. - Coméntale que cuidare de su casa como si fuese la mía. Le repondré lo que se rompa o que se deteriore. Este es mi compromiso. - Mañana, iré al hostal y te diré lo que he acordado con él. - Muchas gracias, José por la confianza que has dado a una persona que no conoces. - Manuel es verdad que no te conozco de nada pero también te digo que hay algo en ti que me hace confiar. Se despidieron con un apretón de manos. Manuel eligió otra calle para conocer su nuevo habitad. Mientras algunos muchachos, corrían con  sus bicicletas calle abajo.  Un grupo de mujeres estaban con unas sillas sentadas en la calle en la entrada de una tienda de lanas y retales. Todas pararon su conversación ante el desconocido que pasa por la calle. Manuel saludo con un sonriente “buenas tardes” que se vio correspondido al unísono. - Se sigue agradeciendo la sombra, comenta, a su paso, Manuel. - Ya dentro de poco cambiaremos de acera para buscar el sol otoñal, contesta una de ellas. A lo que aseveran el resto de mujeres en el corro abierto.
- Hasta luego, se despide Manuel. Su figura alta y delgada no deja indiferentes a las vecinas que especulan sobre quien puede ser. El paseo sigue por una calle que no tiene salida pero al fondo de la valla de ladrillo hay una puerta abierta del que asoma el campo. Hacía allí van sus pasos. En efecto esta es una de las fronteras provisionales, ante el avance de la prospera ciudad, cada vez más buscada por los pueblos circundantes que no ven progreso sino deterioro en los mismos. Un campo de trigo segado, hace meses, es el preludio hasta la próxima carretera. A la derecha otro campo que espera su cambio de actividad según indican los carteles de próxima construcción de una nueva urbanización. Se vuelve a meter por la puerta para volver a la calle. Un poco más arriba se encuentra un supermercado grande y decide ir a comprar la cena. Algo que no tenga mucha complicación en su elaboración. Las colas que se producen no son ni un asomo de las que se producen a todas horas donde proviene.
Manuel sabe que no es bueno comparar, pero si le indica que el ritmo de esta ciudad es más pausado, no parece ser una ciudad saturada y más o menos va viendo las distancias de punta a punta. Ni siquiera hay autobús urbano, por no ser las distancias significativas. Por las conversaciones que ha oído mañana habrá mercado. Solo queda preguntar donde se celebra. Consulta a una madre que vuelve con sus hijos a casa. - Junto a la estación de autobuses al lado del campo de fútbol. Es la respuesta. No le hace falta saber más, tiene reciente su llegada y la ubicación de esos sitios - Muchas gracias, devuelve con una gran sonrisa. Manuel lleva su bolsa de camino al hostal. El sol comienza a caer y comienzan los movimientos hacía las casas. Las tiendas comienzan a
recoger, aunque cierran a las ocho, ya se sabe que lo que hay en el cajón es toda la recaudación. Llama al timbre del portal y sin preguntar la puerta se abre. Tras subir la escalera, la puerta de entrada esta abierta. La televisión suena en la habitación de al lado. Sale la chica que le atendió por la mañana, para saber quien es, al ver a Manuel saluda rutinariamente. - Por cierto me comento que buscaría un piso en alquiler, tengo un amigo que alquila su casa. - Gracias, pero encontré uno. Mañana me confirmaran. La cara de la chica se tuerce y como castigo trata de desentenderse. - Mañana te diré algo. - Vale, pero esto, lo dice como una batalla perdida. Manuel abre su habitación, enciende la luz y cierra la ventana. Es momento de reflexión sobre todo lo que ha pasado este día. Saca la compra de la bolsa y toma una navaja del macuto. Elabora un bocadillo, con gran cariño pone los ingredientes y con la calma que ha aprendido, comienza a masticar, una botella de agua será su acompañamiento. Recoge las migas y no las desprecia, siente que es parte de su comida. Toma los restos y lo guarda en la bolsa que deja en la papelera del baño. Ahora se tumba en la cama y comienza la reflexión, mientras los jugos gástricos comienzan a segregarse. Frente a la cama una televisión sobre un soporte. El colchón es demasiado blando, como solución tirarlo sobre el suelo. Recompone la cama y se tumba. A la hora se levanta y busca las direcciones que tiene de esta ciudad, las va releyendo y se hace un diario de las actividades que tiene mañana. Duerme como un bendito, solo los ruidos propios del despertar en las calles, le trasportan a este nuevo día. Lo primero ir a ver a José para ver la respuesta de su hijo. El hostal no parece tener movimiento, quizás los fines de semana y en época de fiestas, o en el verano. Tendrá más clientes.
Toma una ducha y viste sus mejores ropas. Saluda a una pareja con la que se cruza en el portal y va hacía la casa de José. Sube la escalera y pulsa el timbre. - Adelante, dice José abriendo la puerta. Ahora iba a ir a tu hostal. - ¿Qué te dijo, tu hijo? - Esta de acuerdo, el ya no viene por aquí, en cuanto al precio lo dejo de mi mano. ¿Qué te parecen trescientos euros más los gastos? - Me parece correcto. - Pues toma las llaves. - ¿Quieres algún mes por adelantado? - Manuel yo confió en ti. - No te defraudare. Voy a pagar la pensión y traer mis cosas, luego quiero ir al mercadillo. - Si quieres, voy abriéndote las ventanas para que se ventile. - Muchas gracias, de nuevo la sonrisa de Manuel vuelve a surgir. Se dirige al hostal para recoger la mochila y bolsa. Le toca esperar a que aparezca la chica y le informa de su decisión. Vuelve hacía su nueva casa, no le falta abrir, esta la puerta abierta. Deja los bultos sobre la mesa y cierra la puerta baja al primer piso y llama a la puerta de José. - Voy al mercadillo. - Si me esperas  bajo contigo, que también quiero comprar algo de fruta para mis cenas. - Perfecto. - Suelo bajar todas las semanas y compro la fruta. - Así, me enseñas quien es mejor para comprar la misma y la verdura. Le entrega una bolsa de rafia y como dos amigos bajan a hacer la compra. Se ve a José como si se hubiera puesto una inyección de energía. Pasan junto al ayuntamiento y comenta que dentro de poco
tendrá que censarse. Tengo que cambiar los recibos del teléfono y de la luz. - Cerca de donde vivimos hay un banco, si quieres luego vamos y abres una cuenta allí, ellos te solucionan el papeleo, para eso están. - Me da igual un banco que otro. Es buena idea. También la cara de Manuel esta llena de alegría. Llegaron al mercadillo y pronto se llenaron de bolsas, por ello emprendieron la vuelta. Según volvían José iba saludando paisanos, no era un hombre que fuera muy sociable, pero era de esta ciudad de toda la vida, por ello, conocía a mucha gente. Mientras subían le iba contando historias de su ciudad, cosa que le apasionaba. Manuel se lo hizo ver y entonces le comento que había sido historiador y por ello había indagado tanto en la historia de su ciudad. Los archivos de la misma fueron muchas veces consultados. - José te puedo hacer una pregunta. - Claro que si. - ¿Cuál es la importancia que tú das a tu pasado? - Para mi el pasado es muy importante para conocer el futuro. En mi caso me dice porque me suceden ciertas cosas. - Te lo pregunto porque yo he decidido romper con el pasado. - Eso no puede ser. - Por supuesto, pero eso no hace que me encadene mi futuro o mi presente. José comienza a jadear, no esta acostumbrado a llevar el paso de una persona mucho más joven. Manuel lo nota y baja las bolsas al suelo. - Tranquilo, que me recupero, contesta jadeante. - No, se trata de una carrera, solo de hacer la compra. Te pido disculpas, al llevar peso sin darme cuenta he acelerado el paso. - Los años no pasan en balde. Siempre me ha gustado pasear, ni que decir tiene que he sido una persona solitaria. - Sin embargo me estás prestando tu ayuda, sin conocerme. - Te diré porqué. Me has recordado a mí hace treinta y cinco años cuando tuve que ir a hacer una investigación en un pueblo. Esto
es lo que te conté con referencia al pasado o a la historia. Entonces me sentí muy solo y nadie hizo por ayudarme, por ello he creído que tenía que ayudarte en lo que pudiera. - Muchas gracias por ello, me siento muy agradecido. Ahora entiendo tu comentario a mi pregunta. - ¿Seguimos? - Ya sabes que no tenemos prisa, apunta Manuel. Toman las bolsas que habían dejado en el suelo y continúan su subida. Al llegar al portal se despiden para quedar en ir al banco. Luego tendrá que ir al supermercado a comprar lo que hace falta: aceite, pan, detergente, etc. Mira las cosas que hacen falta y hace una lista, aunque la casa tiene de casi de todo, pero la comida en muchos casos esta caducada. Hay una habitación que da un patio de luces, donde la gente suele tender. Tiene un techo de uralita transparente con espacio suficiente para que entre el aire pero no la lluvia. El edificio tiene tres plantas y doce pisos. Solo están habitadas seis viviendas, el resto de casas, lo compraron hijos de padres que aun viven en la ciudad, por ello están vacíos, la mayoría del tiempo. Hace una lista con cosas que necesita comprar y baja a llamar a su vecino. Que a su vez ha sacado los recibos de agua, luz y teléfono. Para poder cambiar de titular. Juntos de nuevo van al banco donde realizan las distintas operaciones, el empleado del banco da la bienvenida a Manuel. Se despide de José para hacer la compra en el supermercado. Mientras va hacía el mismo, reflexiona sobre la suerte que está teniendo. Lleva un día y ya ha encontrado casa y personas que le están ayudando a que se instale. El sol luce jubiloso. No ha tenido que hacer muchas compras, pues la casa se encuentra muy bien equipada. Hoy podrá hacer su primera comida, en su nueva casa. Es un hombre afortunado. Ahora toca limpiar un poco la casa mientras cuece la legumbre con unas verduras.
Tras comer, baja a invitar a José a una infusión que ha comprado. Sabe que es una persona solitaria, pero que le gusta hablar y compartir, algo que ha dejado de hacer en su pasado y que apenas se relaciona actualmente. - José, quisiera invitarte a una infusión que he comprado esta mañana. - Me parece bien. Su falta de costumbre le impide saber como reaccionar, ante esta oferta. - No te sientas forzado, sino te apetece, no pasa nada. - Manuel desde hace tres años corte la relación con cualquier persona salvo los saludos corteses que se hacen en la calle. Me considero una persona, que me estoy aislando, desde la muerte de mi mujer. Entran en su casa y va calentar agua para la infusión. Se sientan en una mesa redonda y acercan dos sillas. - José, ¿Por qué crees que te estás aislando? - Cada vez me molesta más la gente, no aguanto ni sus chismorreos ni sus críticas. No me hacen falta. Lo que pasa es que somos seres sociales, por ello debemos relacionarnos, si esto no ocurre, algo dentro de nosotros nos hace estar mal. Ayer me conociste y hoy estamos tomando una infusión en la casa de tu hijo. - Manuel debes de rectificar, es tu casa. Contigo ha sido algo diferente. - Te encuentras mejor o peor. - Estoy con más ilusión. - Esa ilusión es porque has tirado abajo el muro que habías construido entorno tuyo. - ¿Tú crees que ese paso ha sido tan importante? - No es que lo crea es que tu lo estás viendo, los cambios que tienes. - Curiosamente los dos estamos cambiando.
- Es cierto. Por ello te animo a no tener miedo. Es muy fácil caer en la rutina, esta nos hace desvalorizar todo lo que nos rodea, haciendo que caigamos en la infelicidad. Comenta Manuel. - Yo ya te he dicho que saludo a todo el mundo, pero ahí me quedo. Ni siquiera en el comedor, hablo con nadie. Me pongo en una esquina, siempre la misma y apuro mi comida, para pagar y salir. Ni siquiera las bromas del camarero me sacan de mi ostracismo. - Pero la gente te aprecia. - Si, no me gusta hablar mal de la gente, si puedo ayudar a alguien, así lo hago. - Te apetece azúcar. - No suelo poner a las infusiones, tengo que tener cuidado con la glucosa pues tiendo a tenerla alta. Vierte el agua sobre las tazas, después de meter las bolsitas filtro. Se acomodan en los sillones frente a una mesa baja y como dos viejos amigos charlan en torno a sus pasados. La infusión se repone una vez más, pues el tiempo les lleva al ocaso. En la librería hay muchos libros sobre todo de historia, herencia de su padre, pero hay uno finito sobre dos tomos gruesos. Curioso emplazamiento, en una casa bastante ordenada, por ello la curiosidad lleva a ver ese libro tan extrañamente colocado, en un sitio que no parece  ser el suyo. Curiosamente se llama: “Como afrontar el cambio” La curiosidad ya va en aumento, un libro pequeño pero en un lugar que se hace visible, en un momento en el que se encuentra. José ya bajo a su casa, tras ir cuatro veces al baño, a causa de las infusiones tomadas. Enciende la lámpara situada al lado del sillón y se dispone a leer. La ventana esta abierta, aun hace calor. Se le olvida cenar, enfrascado en su lectura. Aunque no tiene muchas páginas conviene releerlas, varias veces, para poder ir comprendiendo el mensaje. La televisión del vecino de arriba lleva tiempo acompañándole hasta que prefiere cerrar la ventana y que no sea un foco de distracción.
Son cosas que ya ha leído o conocía, pero es como vas por un camino y te encuentras con un cartel de confirmación del mismo, siempre te apetece saber que estas en la ruta correcta. Una vez finalizado son las tres de la madrugada. Va hacía la cocina para comer algo e ir a la cama, pero según va hacía ella renuncia a comer.  Son muchas cosas las que tiene que digerir a nivel mental para no interferir en digestiones físicas.  Hace la cama y es como un estreno para él. Enciende una vela que hay en el aparador en un lateral, junto a la cama. El baile de la llama es producido por la corriente que produce la ventana abierta, en el baño. De momento mil preguntas le llevan por la historia de esta habitación, pero es verdad, que según llegaban, se marchaban. El sueño tardó, casi, toda la noche por llegar.  Las primeras luces del día fueron ignoradas, acumulaba sueño y con el paso de un camión que hacía más ruido de lo normal, le saco de su estado onírico. Miró el reloj de la mesilla y dio por terminada su estancia en la cama. Una frase resonaba en su cabeza: “La luz siempre vence a la oscuridad”. Esa frase que traducida significa la influencia del pensamiento positivo, es una ayuda más para su cambio. Elabora su desayuno con un cuidado, que no recordaba. Mientras va a tomar una ducha. Hace un rito de las dos cosas, calmadamente y poniendo sus cinco sentidos en sus actos, disfruta de cada acción. Su pensamiento siempre le pareció complicado el tomar conciencia de cada tarea que uno hace en está vida. Pero el trabajo se logra con la acción así que se puso manos a la obra y a sentir cada acto que hace. Lavó los cacharros utilizados y salió a la calle, el frescor de la mañana le impulso a ver su nueva ciudad con unos ojos nuevos. La mañana lleva su curso, con la diferencia es que Manuel busca trabajo. Al salir a la calle va hacía arriba, no sabe donde, pero sus pasos van hacía la plaza, en un lateral hay un tablón de anuncios. Uno de ellos pone se necesita persona para trabajar en oficina con conocimiento informático. Trabajo de mañana. Un número de teléfono.
Parece que le han puesto el anuncio para él. Aunque no indica mucho. Si es una oportunidad. Enciende su teléfono móvil y marca el número del aviso. Una voz femenina le da cita para la una y media. Pidiéndole su nombre y su edad que son los datos requeridos. Evidentemente se iban a realizar más selecciones, el es un desconocido. Pero eso no es una traba. Lo siguiente es ir al ayuntamiento para empadronarse, lleva un recibo que le ha dado el banco para poder incluirse en el censo. El edificio del ayuntamiento es nuevo pues el que estaba en la plaza principal se había quedado pequeño, ante el crecimiento que ha tenido el pueblo en los últimos años. Los tramites aquí, son más cortos, se nota la cercanía que supone vivir en un pueblo, aunque no sea el funcionario que vaya a hacer las gestiones te orienta de que hacer y donde. Cosa que se echa en falta en las grandes ciudades. Da una vuelta para seguir conociendo su ciudad y cuando suena la campanada de la iglesia, indicando la una de la tarde, va en busca de la calle en la que tiene la entrevista. La primera persona con la que le hace la pregunta le indica perfectamente donde es, pero como es demasiado pronto da una vuelta a la manzana de casas que se encuentra. En esta se ve la evolución del pueblo. Desde una casona de mil ochocientos hasta una que se ha debido construir el año pasado, pasando por otras intermedias con resultados antagónicos entre unas y otras, solo han respetado la acera que ahora es más ancha por haberle quitado un carril y un sentido a la misma. Se ha plasmado el gusto arquitectónico del dueño de la casa o solar que quedaba vació. Tras esperar que salieran un par de personas, entra Manuel con una sonrisa en su boca y consigue salir con la misma. Ha rellenado un formulario, donde pone sus datos personales y su experiencia laboral, con el compromiso que en dos días le darán una respuesta. Curiosamente la respuesta no se hace esperar y al día siguiente le piden que se pase a firmar el contrato.
Es una oficina de información ambiental donde se gestionan el desarrollo de la comarca, el trabajo lo lleva una empresa que consiguió ganar un concurso para fomentar los recursos naturales que cuenta la zona. El trabajo es el que pudiera haber soñado. Además le informan que han entrevistado a treinta personas, lo cual le da valor al fruto conseguido. Manuel va a ver a su vecino José para informarle de la buena nueva. Haciendo unas fotocopias ha conocido a Juan un muchacho que lleva la librería del pueblo. Le ha pedido que le consiguiera un libro que le gustaría leer. Hablando han quedado para después de cerrar tomar una cerveza. Mientras ha ido a la biblioteca y poder leer sus correos electrónicos e informara de sus andaduras por este pueblo. Curiosamente Juan que es el empleado también se ofrece a ayudarle, le brinda su amistad y resumen sus inquietudes. Repiten la consumición. Realmente ha encontrado, siempre que ha necesitado, personas que le ayudan en su nueva singladura. Tras haberse comunicado con su familia y amigos, se da cuenta que no les echa de menos, es como el niño que en cada momento de su vida va descubriendo una novedad que le hace sentirse pletórico. Analiza que hace unos años todas estas sensaciones no las podría haber tenido, algo dentro de él, las hubiera bloqueado. Cuando el cambió empezó a que su vida fuera de una manera diferente. Estas experiencias las comparte con Juan. Que le resultan muy extrañas por no poder comprender el método.  Junto a la mesa han llegado un grupo de adolescentes que con su bullicio ocupan las conversaciones y hacen que se opte por la salida. Ya fuera, siguen hablando sobre los cambios, Juan le confiesa que se siente atascado en la vida que lleva, pero que no encuentra la manera de encontrar la chispa, necesaria para entender la vida como la forma más maravillosa que existe, sino en la rutina. - La postura del tedio es relativamente fácil, pero como consecuencia nos ahoga y nos hace sentir mal. Comenta Manuel.
- Te puedo decir que no me gusta, pero sin embargo se va instalando dentro de mí. - Ahí es donde debemos emplearnos para cambiar la forma de ver las cosas. Unas personas lo han logrado con la respiración, su toma de conciencia de la misma, otros con la comida, otros con la observación de las plantas, cada uno elige como. Desde luego todas coinciden en cambiar la manera de ver las cosas. - Ya se que hay personas que eligen diferentes caminos, pero cual es el que tengo que coger yo. Me entiendes Manuel. - Si, claro. Pero solo cada uno de nosotros, es el camino. -  Te entiendo pero yo me pregunto como consigo yo el mío, porque llevo tiempo sin saber cual es. - Juan, a veces, nos proponemos grandes metas, y todos los esfuerzos se dirigen para poderlos conseguir. Pero nuestra vida no se basa solamente en metas sino en la labor que desarrollamos día a día. Está bien el fijarnos unos objetivos pero sin olvidar lo maravilloso que es el día a día. Yo cerré un ciclo de mi vida y me vine a este pueblo. - Creo que has tenido mucho valor para dejar lo que tenias y venir a un sitio donde no conoces a nadie. - Más que valor es decisión, siempre he leído que si haces las mismas cosas, siempre recibes las mismas respuestas, por ello opte por cambiar. Te puedo decir que cuando inicias un camino muchas personas y cosas se ponen para que le puedas llevar a cabo. Como tu amistad. - Gracias por esas palabras, Manuel, por hacerme participe de la amistad. Por lo que me dices todo coincide con tu llegada y como se ha dispuesto todo para que te puedas asentar en este pueblo. - Juan siempre buscamos a alguien o algo que nos indique nuestro camino, pero es una falta de valentía de poder emprender el camino, si fallamos o erramos, siempre tenemos a alguien quien echarle la culpa. No hay un camino nosotros somos el camino, eso es lo importante, como lo hacemos sin traicionar nuestros principios.
- En parte llevas razón, Manuel. Pero hay veces en que nos quedamos en blanco y … - En esos momentos tenemos que basarnos sobre nuestros elementos construidos, esos que nos dan seguridad para emprender cualquier cosa. Manuel gesticula con las manos para darle más énfasis a sus palabras. - Tus palabras me dan tranquilidad. -   Me alegro de que así sea. Apuran sus cervezas y quedan para el día siguiente. - Juan fíjate en las cosas pequeñas y dalas la importancia que tienen, como el comer, el andar, el respirar, el ducharse. Cuando empieces a sentir todas estás cosas, tu vida se va llenando de luz. Pruébalo. - Así lo haré. Un apretón de manos y una salida hacía su casa. La luz de la ventana de José está luciendo, va a hacerle una visita. - No se si te molesto, o es tarde para ti. - Mira he cenado y estaba viendo un poco la televisión, así que me ayudas a cambiar mis hábitos, que no me ayudan nada. Manuel le cuenta las novedades, en cinco días estará en su nuevo centro de trabajo. José le contó su proyecto de elaborar una historia de su ciudad, pero surgía el problema que el necesitaría un ordenador y no sabe mucho sobre ellos. - No te preocupes, te ayudare, en ello. Si quieres mañana vamos a ver los modelos que están en las tiendas. - Si porque yo no tengo idea de cual elegir, contesta José. - También tendrás que darte de alta para poder disponer de Internet. - ¿Me da un poco de miedo, donde me estoy metiendo? - ¿no es más miedo dejar tu vida, tu casa, tus amigos e ir a otra ciudad a vivir? Pregunta a una pregunta Manuel. - La verdad es que a veces, nos auto boicoteamos para no hacer las cosas. Responde José.
- Lo importante es la motivación para dar sentido a nuestras vidas. Con Internet se te abre la posibilidad de consultar muchos archivos en tu propia casa, sin necesidad de ir a ninguna biblioteca, esto es muy útil para ti.  - Para tu labor de investigación. Mañana iremos a ver si hay algún centro de enseñanza básica. -  Eso no implica que yo no te vaya a ayudar.  -  Bien, mañana si te parece vamos. -   Te dejo descansar. El nuevo día abrió con las nubes de otoño, que impiden que la mañana se forme brillante. Después de un sosegado desayuno bajo a la casa de José. Tras esperar unos segundos se abrió la puerta y una cara sonriente, como la de un niño entusiasmado, ante un nuevo reto. Dos tiendas se dedican a tener venta de ordenadores. Fueron a la primera y tomaron nota de lo que les ofrecían, para repetir la historia en la segunda. No era necesario ir a más sitios porque no oscilaban en mucha diferencia. Luego fueron al centro cultural para informarse de cursos de inicio a ordenadores. Cada mes se inicia uno, con lo cual hay que inscribirse y pagar por adelantado el trimestre, cosa que formalizaron. En una de las mesas aprovecharon por decidir que equipo comprar. Por Internet consultaron las ofertas para la instalación del mismo. Una vez elegido fueron al primer lugar para encargar el equipo, en quince días estaría a su disposición. En una semana comenzarían las clases. La nueva vida de José se acaba de planificar. Dejara su vida de ermitaño y tendrá que compartir con otros sus aprendizajes ante una nueva enseñanza. Aprovecho el tiempo que le quedaba hasta la comida para descubrir su ciudad. Manuel iba descubriendo una ciudad que le empezaba a embriagar, cualquier cosa le parecía maravillosa, los rostros con los que se
encontraba tenían una sonrisa en la boca. El sol se encargaba de perfilarlas. El lugar era mágico o había una disposición suya para que así fuera. Sus pensamientos le llevaron a su casa para preparar la comida. Pero quería disfrutar de uno de los últimos días de sol, por ello el paso era tranquilo, como el que emana  la urbe. El tiempo paso deprisa hasta el lunes, fecha en que se incorpora a su nuevo trabajo. A las ocho menos cuarto de la mañana, se presenta en el portal, pero este se encuentra cerrado. Siempre es mala imagen presentarse tarde o en punto en la primera ocasión, eso es lo que piensa. Hasta las ocho no empezó a llegar la gente. Su acomodación no fue difícil solo cinco personas componen la oficina, le explicaron el funcionamiento y cual era su objetivo de trabajo. Acordaron que él fuera quien coordinara la zona con las diferentes personas de los alrededores, para ello le ofrecieron un coche que tiene la empresa. Con lo cual no le ata a un horario definido y a tener un contacto, con diferentes personas, en un perímetro, no muy amplio. Recogida de datos y poner en contacto a empresarios agrícolas y de hostelería, con la definición de la comarca. Intentando conseguir una marca de calidad en todo el espacio de la Web y a nivel nacional. Es el objetivo de la empresa en la que acaba de ingresar. Prácticamente ha iniciado su labor hace un mes, por ello todo esta por hacer. Las otras personas también han venido de fuera por ello se encuentran en circunstancias parecidas a Manuel. Lo primero que harán será visitar la comarca, para poder hacer una recogida de datos que contrastaran con la ofrecida por el ayuntamiento. La cara de Manuel se sigue llenando, reflejo de una persona que se encuentra a gusto. Consulta los mapas de la comarca y elige ver una zona un tanto aislada del medio rural. Va a coger su nuevo coche, debidamente rotulado.
El lugar se encuentra a unos ocho kilómetros, que las diferentes curvas lo transforman en veinticuatro. Aparca en un claro y es momento de andar e identificarse con la naturaleza, tan cercana y tan lejana a nuestro pensamiento. Saco de su bolsillo unas notas de un artículo que le habían enviado y es un buen lugar para hacerlo. Se sienta con su espalda apoyada en un centenario roble. “Nos hemos perdido en un mundo problemático. Se nos olvida que las plantas, rocas y animales son parte de la naturaleza y por tanto están en su armonía. Hay que llevar nuestro consciente a sentir la piedra, el vegetal o el animal. Sintiendo su mensaje de quietud y de armonía, que es justo lo contrario que desarrollamos en nuestra vida cotidiana, donde la competitividad, el ego generador de conflictos, la ansiedad, son nuestras realidades. Serénate, mira y escucha la naturaleza, sintiéndote un componente más de ella. Se una unidad, no como los hombres que tenemos la dualidad de cuerpo y mente, sino parte de la totalidad”. Manuel reflexiono sobre este escrito y se dio cuenta de la importancia de dejar a un lado cosas que creemos muy importantes para dejar de lado cosas superiores, que te hacen encontrarte a gusto contigo mismo y con el entorno. Cerró sus ojos y puso el resto de sus sentidos en funcionamiento, sin imponer razonamientos. Se levanto y dio unos pequeños pasos, sintiendo el terreno, la posición de los dedos de los pies, el olor, los sonidos y el aire que se sentía en la piel. Acercándose al árbol que le había valido de sujeción se abrazo sintiendo su rugosa piel en sus brazos y en la cara. Una hoja cayó en su cabeza, en su caída, para alcanzar la tierra. Un pequeño pajarillo trinaba, mientras una enorme roca cercenaba su camino. Todo convertía el lugar mágico. No sabía el tiempo que estuvo allí, solo de la experiencia. Tomo el coche para ir a una aldea donde se elaboraba queso de cabra. Unos corrales, son el portal de llegada a una casona guardada por un inmenso perro negro que se levanta al observar la llegada de Manuel, una cadena retiene su impulso y su ladrido.
Una mujer abre la puerta de la casa, un pañuelo azul celeste recubre su cabeza. Manuel se presenta, Ana le invita a pasar a una habitación que tiene una mesa redonda y cuatro sillas de mimbre a su alrededor, le invita a sentarse y espera oír las palabras, pues sus brazos se apoyan en la mesa y sus manos sujetan su cara en la zona de las orejas. Tras la exposición le invita a ver las instalaciones, las cabras han salido con Carlos, su marido. Abre la puerta donde elaboran los quesos, con la zona donde maduran algunos de ellos. La cubeta donde se deposita la leche con el cuajo. Tienen sitio para poder elaborar más quesos pero, no se quieren encontrar desbordados, con las cabras que poseen tienen suficiente para vivir ella y su marido. Sus hijos están  estudiando fuera y llegan los fines de semana. Elaboran tres clases de quesos: al pimentón, finas hierbas y el fresco. Donde los han llevado a comercializar han tenido muy buena aceptación. Ana también elabora una bollería basada en la leche de sus cabras, ha empezado hace poco pero tiene buena demanda lo cual le esta llevando a poder aumentar su negocio, pero lo ha hecho sobre todo, para tapar los huecos que le dejan las cabras y la elaboración de sus quesos. Manuel le apunta la posibilidad de aumentar su negocio. Ana es una cosa que si se le ha pasado por la cabeza pero el problema surge de tener que emplear a otras personas, con los quebraderos de cabeza que esto conlleva, al menos es lo que su cabeza llega. Y, ahora, llega Manuel ofreciendo la proyección de la zona y de los negocios que en ella se encuentran. Manuel se despide pero le pide  comprar sus quesos. Ana no tarda de volver a la nave para salir con una bolsa y lo solicitado. No acepta el dinero ofrecido. Pero si una vuelta para cuando su marido en otro día. De nuevo la sonrisa de agradecimiento vuelve a surgir de la boca de Manuel. Él le explica el poco tiempo que lleva aquí. Para, acto seguido invitarle a comer el próximo domingo.
Torna a su coche para seguir recorriendo la comarca hasta los limites del siguiente valle. Se llena de la energía que emana el paisaje. Consulta el mapa y decide volver a la oficina. El otoño comienza a marcar el color de las hojas de algunos árboles. La carretera va paralela al río que facilita una fértil vega. La empresa esta emplazada en la zona nueva, cerca de la carretera de circunvalación. No tiene que pasar por el centro del pueblo y espacio suficiente para poder aparcar. Se dirige al despacho del encargado  y le cuenta las novedades. Lo que puede generar que una empresa pueda generar más puestos de trabajo en la comarca y además se la pueda publicitar como uno de los recursos de la zona. Manuel se siente ilusionado con el proyecto en el que está trabajando y mucho más en el entorno, en que vive. Cuando vuelve a casa se encuentra con su vecino-amigo que viene de la tienda de informática, donde ha adquirido una impresora. Manuel le felicita por el miedo vencido a meterse en una tarea nueva sin consultar. La cara de José también es de emoción, la misma que muestra Manuel. Toma la caja, en que esta envuelta y juntos van hacía su casa. Al entrar en su casa, le pide si le puede ayudar a instalarla. - ¿Te apetece una infusión, que he comprado esta mañana? Pregunta José - Claro que si. Mientras va desembalando van contándose como les ha ido el día. Están tan emocionados como niños con zapatos nuevos. El día exigía que la luz artificial se conectara. Se despidieron para ir a preparar la cena. Manuel fue al supermercado por productos que le faltaban y jabón para la lavadora, pues se termino el que había dejado el hijo de José. Al volver a casa se le presentaban todas estas cosas que tiene, y siente la necesidad de dar las gracias. La semana se fue tan rápida como vino.
El domingo llegó y Manuel fue en busca de un ramo de flores y un jarrón de cristal, pidió que se lo envolvieran para regalo. La mujer que atendía el negocio le fue asesorando y le elaboró un precioso centro. En su mano izquierda llevaba una bolsa de plástico con una botella de vino que compro ayer. Con ambas manos ocupadas, fue hacía el coche. El día era soleado pero algunas nubes indicaban un pronto cambio. Condujo a la carretera y encendió la radio en busca de música. La primera canción le trajo recuerdos del pasado su cara marco una tristeza, que se paso en un instante, al toparse con un camión lleno de pasto. La canción termino y dio paso a una mas alegre. Miró el reloj a la vez que en la radio se daban las señales horarias que indicaban la una de la tarde. El camión se desvió en un camino que lleva a una finca que tendrá que visitar otro día. La casa de Ana y Carlos está tras una curva. Junto a la puerta Ana, agachada, quita las malas hierbas y alguna hoja seca, que están en las macetas, situadas junto a la puerta. Aparca junto a la furgoneta de Carlos. No tarda en salir para ir al encuentro del invitado, que está recogiendo el centro de flores y la botella de vino, oculta en un papel rojo oscuro. Se saludan como si fueran viejos amigos y le invitan a entrar. Ana sirve un aperitivo, mientras los perros buscan su parte. La comida se adapta a la dieta de Manuel, cosa que agradece. El vino se descorcha y con la salida del corcho una tormenta empieza a verter agua, lo que hace que se enciendan las luces del comedor. Manuel comenta el buen sabor del queso que les compro. - Hemos estado pensando sobre lo que nos dijiste sobre la posibilidad de expansión de nuestro trabajo y hemos llegado a la conclusión que no nos hace falta crecer económicamente; tendríamos que sacrificar parte de nuestro tiempo, para tener una mayor responsabilidad. Comenta Carlos, mientras deja la copa de vino junto al plato.
- En efecto, si crecemos económicamente, va en un deterioro de nuestra calidad de vida. Pero en vuestro caso, la infraestructura ya la tenéis. Responde Manuel. - Cierto, pero habría que contratar a más personas que nos ayudaran en nuestro trabajo. Perderíamos eso que se llama libertad. - El problema es que la ganadería es un trabajo muy esclavo que no conoce de días libres, con lo cual estáis bastante sometidos. Contesta Manuel, mientras recorre con sus ojos a sus anfitriones.
- Es verdad que esto es muy esclavo, contesta Ana, pero entre los dos siempre podemos llevarlo de otra manera. Si contratamos a más gente, ya dependemos de más personas. - Perdonarme porque tener más, no significa que vivamos mejor, sino que es una vorágine en la que te encuentras más atrapado. Lleváis razón, de pronto me había metido en los nudos empresariales. Se lamenta Manuel. - Sabemos que lo hacías de corazón. Nos lo sugeriste y ya está. Remata Carlos. - Salí de una gran ciudad y sin darme cuenta me meto en los patrones con los que no estaba de acuerdo. Tomaron el postre que consistía en un flan de nueces. Recogieron la mesa y fueron al sofá para seguir hablando frente a una infusión de hinojo, que recogen en las proximidades. Ana aporto uno de sus bizcochos. Los hijos este fin de semana estaban con los abuelos. El aguacero ceso e invito a salir para poder bajar un poco la comida y las sobremesas. Le enseñaron los caminos cercanos, pero antes, Carlos fue a ver a sus cabras, las dejo acceso libre al cercado próximo, acompañado de sus perros. El olor a tierra mojada se agradecía, y una tierra sedienta impedía que el agua hubiera formado charcos, todo se había absorbido, solo la señal de las gotas sobre plantas y árboles indicaba el aguacero pasado.
Manuel comenzaba a amar esté paisaje y al pasar junto un enorme fresno se paro y llevo su mano sobre la corteza rugosa de una rama que ha crecido horizontal al suelo. Ana y Carlos le observan sin decir nada, enlazan sus manos y miran hacía el cercano arroyo que se ve algo crecido. Los perros siguen el rastro de algún conejo o ardilla. Manuel vuelve con ellos y las pide disculpas, mientras que les explica el dialogo que mantiene con los árboles. No se sorprenden pero ellos al ser parte del entorno no lo llevan. Le preguntan si prolongan el camino hasta un monte cercano. Manuel les contesta de su entusiasmo por conocer su nuevo entorno.
Ana le enseña el emplazamiento de cuatro colmenas que tienen en el camino, le explican, las labores que les reporta el tenerlas, pero el beneficio de la obtención de polen y miel que suele utilizar en la elaboración de su confitería, pastelería. El monte resulta ser un gran recinto de árboles y de maleza que lo hacen intransitable, salvo el camino que lleva a la cima. Donde un dolmen sirve de atalaya, donde visualizar la comarca. Según va atardeciendo el movimiento de animales es mayor y hace que las conversaciones, sean una y otra vez, interrumpidas. Cuando llegan a casa aparece el coche de los abuelos con sus hijos; son presentados e invitados a cenar. Invitación rechazada por Manuel, pero con un compromiso de volver pronto. En la vuelta un jabalí salio a su paso en la carretera, pero como no iba a mucha velocidad, fue fácil dejarle su paso. Un poco más adelante paro el motor del coche y salio para escuchar los sonidos de la noche, dejo que el silencio le llenara mientras estaba sentado en una piedra. El frescor de la noche hace que vuelva al coche, por un jersey que le da el suficiente abrigo para seguir disfrutando de la noche, en su cuarto menguante. Algún coche perturba el silencio, pero no es motivo de distracción. No es una carretera muy concurrida.
Tras llenarse torna a su casa para cenar algo que no requiera mucha elaboración. Por la mañana va a saludar a su vecino; José. Le invita a desayunar en su casa, pero él se había levantado temprano, aunque no rechazo la invitación para charlar con Manuel. Una infusión en la mesa camilla abrió el dialogo para el intercambio de experiencias. José plantea la posibilidad de dar a conocer sus experiencias a sus vecinos en un aula del ayuntamiento. Manuel se encuentra esquivo por no haber hablado ante publico, cosa que no ha ocurrido en el caso de su vecino. Él se encargara de publicitar el evento y solicitar el aula. − Creo que debemos compartir nuestras experiencias con el sentido de poder ayudar a otras personas. − Esta bien, aunque te diré que tengo cierto miedo escénico. − No te preocupes, no estarás solo. En cuanto a la escena te diré que la sala es para treinta personas. Serán cuatro jueves de siete a nueve de la tarde. − Adelante, no tenemos nada que perder y si podemos ayudar a otras personas, me parece bien. El jueves llego y una docena de personas ayudaron a colocar las mesas en circulo para que todos se pudieran verse las caras. Comenzó José, más versado, por haber dado clases, narrando las experiencias que había tenido desde la llegada de Manuel al pueblo. Luego fue Manuel y luego la participación de los demás asistentes. La hora de terminar la sesión llegó pero nadie se movía. Hasta que el ordenanza les dijo que tenía que cerrar. Se emplazaron para el siguiente jueves. Aquí acudieron treinta personas, hubo que comenzar de nuevo para hacer el preámbulo del mensaje a trasmitir. Manuel y .José comentaron como las personas habían sacado sus trapos sucios y no les importaba, sino que notaron una liberación, al hacerlo.
El tercer jueves llegó y la sala no daba abasto, así que osé solicito que se les abriese el salón de actos. Cosa que se realizo; aunque el sitio era mas frío los comentarios arroparon el ambiente. Aquello parecía una terapia colectiva, donde Manuel y José eran los conductores y contaron con la ayuda de las primeras personas que asistieron al primer y segunda charla. En la comarca estaban sucediendo cosas que antes no pasaban, primero una empresa se interesa por el desarrollo de la comarca, dos personas dan charlas sobre los cambios, a charlas que no se tenía el habito de asistir. Manuel comento en el efecto mariposa, que dice que el aleteo de una mariposa se puede sentir en el otro lado del mundo. Nosotros no solo somos receptores sino emisores, por ello podemos influir en el mundo, por ello las religiones dan tanta importancia a los actos de cada persona, que unida a la de otras puede generar cambios en el mundo. Las acciones positivas son más potentes que las negativas y aunque el mundo se cubra con un paño negativo (noticias malas) las acciones o pensamientos positivos son más poderosas que las negativas. Frente a este movimiento surgieron las que no querían que nada cambie: “si esto ha esta bien durante tantos años, ¿para que necesitamos cambiar?” La gente de fuera no es de fiar, quieren apropiarse de lo nuestro, en el caso de José es el de un viejo que ha perdido la cabeza. Este es el pensamiento que tienen. Principalmente abanderados por la iglesia. Manuel comienza a trasmitir la idea de la “no lucha” por ser una perdida de energía. Cada cual ve las cosas desde su retina, sin imponer lo que nosotros vemos, porque seguramente estemos equivocados, desde su punto de vista. “tu vecino no es tu enemigo sino tu ayuda”. Estas ideas van calando en la gente. Se le acusa de intentar formar una secta, pues los jueves se crea un lugar de encuentro en el salón de actos. Manuel no quiere ser el protagonista y por ello deja de asistir, donde otros toman el relevo. José también esta cansado no tiene necesidad de llevarse mal con
nadie,  pero la idea se ha sobre dimensionado. Ya  las reuniones de los jueves cuentan con más asistencias que los domingos a misa, en .la iglesia. Los fantasmas siempre aparecen pero no tienen entidad para sujetarse. El proyecto de su trabajo iba tomando cuerpo y creaba entusiasmo. Se proyecto un complejo con un hotel en el centro de un conjunto de casas rurales que se construirían. En el edificio del hotel se construiría un restaurante y locales para ofrecer ocio a las personas que visiten la zona. Se construiría en régimen de cooperativa para que generara beneficio a la comunidad y se sintiera como algo muy suyo y, como consecuencia, el desarrollo de la zona. Otro proyecto era construir un paseo a lo largo del río y una escuela de cerámica donde se recobrara la antigua tradición ceramista de la comarca y la adaptación a nuevos formas creativas que posibilita la Surge la ilusión por el lanzamiento de la comarca tan olvidada, pero aparecen las ideas contrarias de lo que podía generar todo ese plan. Como la delincuencia, masificación, destrucción del entorno urbano, por la alteración del paisaje. Manuel se ha convertido en un baluarte del cambio comarcal. A nivel empresarial ha conseguido la inquietud de promover nuevas empresas, respaldado por la empresa donde trabaja. Curiosamente la gente que trabaja en la misma a comenzado a venirse a vivir a esta ciudad y se siente participes del proyecto que va tomando cuerpo. Donde realiza sus compras, en el supermercado, ha conocido a Margarita, una chica que trabaja en las cajas, desde el principio siempre ha elegido ser atendido por ella, aunque la cola sea mayor en la suya, siempre ha intercambiado algunas palabras con ella. Pero fue un domingo que estaba en un bar celebrando el cumpleaños de uno del trabajo, cuando apareció ella y como en la fila donde ella trabaja, Manuel fue hacía ella, comenzaron a hablar y fue enlace para poder quedar otro día. Y así Margarita empezó a ser una
parcela de su vida y templanza de ese sentimiento de motor laboral y empresarial, que ha tenido y sentido. Margarita vive con su madre tras una relación tormentosa con un joven de la comarca, con quien tenía fijada la fecha de boda; hasta que un mes antes, de la misma, descubrió una doble vida con otra muchacha. La ruptura fue bastante traumatice para ella. Había depositado mucha ilusión en esa relación y de pronto como un castillo de naipes se cae ante su cara de sorpresa. Ello, la hizo huidiza, a penas se relacionaba con nadie, hasta que se le presento la posibilidad de entrar a trabajar en este supermercado, donde ha visto que no ha pasado nada, tras la caída de sus ilusiones. Manuel se siente muy bien junto a ella, pero sabe de las fronteras que debe sortear con Margarita..Queda a cenar, con Ana y Carlos, en un restaurante, para presentarlos a ella. El invierno está terminando. Sigue haciendo frío pero no como en otras zonas. Van a recoger a la salida del trabajo y de camino al restaurante eligen tomar un vino en una bar, de la zona de los aperitivos. A penas pueden hablar por estar la música muy alta, toman sus copas y brindan por la nueva relación. Se interesa por el trabajo que tienen, aunque Manuel ya la había puesto en antecedentes. De camino a la cena comenzó a llover lo que hizo, que apretaran el paso para llegar lo menos mojados. El restaurante estaba lleno, pero tenían una mesa reservada. Siguió interesándose por su trabajo y luego se llevo la conversación hacía el suyo. Más rutinario como ella indica, pero con la aparición de alguien interesante como Manuel, a su vez se ruboriza, se le ve nervioso, pero no lo esconde se siente a gusto con las personas con quien está cenando. La invitan a una comida el próximo domingo, extensible a su pareja. La conversación gira en torno a que ninguna de las cuatro personas suele salir a cenar fuera de casa; cada uno aduce alegatos por los que no lo hace. En el caso de Margarita le lleva a sus tiempos de noviazgo.
La sobremesa se llena de confidencialidades, que les hace sentirse a gusto y arropados. Margarita perdió muchas amistades, cosa que no hecha en falta, por no haber estado cuando la hizo falta. Carlos apunto que la llegada de Manuel también había roto ese aislamiento que ellos tenían. Impensable una salida a una cena, aun no teniendo a sus hijos con ellos, lo sentían, como algo inconcebible en ellos. − Lo importante es que nos hemos reunido para tener una cena juntos, otro día me gustaría reunirnos con José, la otra persona que tanto me ha ayudado desde mi llegada aquí y también, tiene curiosidad de conoceros, en el caso tuyo, mirando a Margarita, no le he hablado de ti. Abandonaron el local y acompañaron a Ana y Carlos donde habían aparcado. Tras haberles despedido siguieron en su nube y fueron a la casa de Manuel. Nada más llegar pidió poder hacer una llamada a su madre; el teléfono estaba sobre unas cajas de cartón. Se disculpo por el desorden y le fue enseñando la casa. − La verdad es que cada vez paso menos tiempo en casa, aunque trato de pasar el mayor tiempo posible. La goma que recogía el pelo de Margarita cayo al suelo. Afortunadamente, no hay que madrugar. Por ello los cuerpos descansaban de una noche agitada. Donde Margarita vencía muchos temores. La mañana se abrió con lluvia. La temperatura había bajado. Lo cual retrasaba la salida de la gente a la calle. Tomaron unos impermeables y fueron hacía la casa de Margarita. Al llegar al portal le pidió que subiera a conocer a su madre. Por la cabeza de Manuel, pasaron mil pensamientos, pero acepto conocer a Mari Carmen. Al abrir la puerta comento: − Te conocí en el salón de actos en una de las charlas, a la que asistí,comento Mari Carmen. − Pues entonces un ahorro comentar cosas sobre mi, dice Manuel.
− Me gusto lo que dijisteis. Nosotras desde la muerte de mi marido, de un cáncer fulminante nos hemos enrocado, la una en la otra. Con la boda frustrada el panorama pareciéndonos mas negro. Hemos realizado poca vida social. Pero algo me empujo a ir a escucharos lo que habíais hecho con vuestras vidas, podíamos hacerlo con las nuestras. Pero siempre nos ha faltado el estimulo para hacerlo. Margarita consiguió su trabajo y yo quede con las labores del hogar.. Margarita miraba las caras de cada uno y en su cara se dibuja una sonrisa. − Que tenemos para comer. − Hay unas lentejas que sobraron de ayer, pero algo podemos hacer. Comenta Mari Carmen. Si hubierais dicho algo, podría haber preparado algo. − Ha surgido así, dice Margarita. − Hemos desayunado tarde, la verdad es que yo no tengo hambre, comenta Manuel. − Pero, ¿algo, hay que comer?.  responde la madre. Margarita le enseña la casa y al llegar a la cocina, seleccionan hacer una ensalada y las lentejas. A las cuatro estaban comiendo y la ilusión de tres personas frente a frente. La lluvia paro y era momento de tomar un paseo. Manuel recordó su llegada y quiso hacer el mismo recorrido. Bajaron a la estación de autobuses, mientras los diferentes charcos reflejaban un cielo encapotado. Pocos paseantes en las calles. Mientras Manuel relataba todas las dudas que había tenido, y como se le iban abriendo puertas. Mari Carmen sintió que debía volver a casa. Había participado en la sonrisa de su hija, de la de Manuel y de la suya propia. Se despidió, para volver a casa, cuando llegaron a la puerta del hostal. Pero, Manuel, le hizo tener el compromiso de salir más y mezclarse con la actividad de su ciudad. No fue difícil convencerla y se emplazo para la mañana del lunes. La dejaron y siguieron recorrido
hasta el parque, en la zona alta. Con la caída de gotas guardadas entre las hojas pasearon, sorteando charcos. En un momento, Manuel, se puso frente a ella, y le dio un beso que significaba: comprensión, animo, compañera, primavera. Enlazaron sus manos y prosiguieron su camino. Caminaron, despacio, hacía la casa de Margarita, al llegar al portal se dieron un beso interrumpido con la apertura de la puerta, una vecina que salía. – Mañana ya sabrá todo el mundo lo nuestro. Manuel encogió los hombros y dijo: – Ya tiene algo que hacer. Margarita sonrió y termino el beso interrumpido. – Hasta mañana. Fue la despedida, mientras Manuel, daba la vuelta para volver a su casa. Volvió en la nube por la que no observa nada. Margarita la cajera que siempre elegía para pagar sus compras, había entrada en su vida. El despertador interrumpe su sueño, busca el frescor de la ducha, pone la lavadora y se cruza en la escalera con su vital vecino-amigo. El buenos días surge más fuerte que otras veces. – Ayer estuve hablando de ti, en una cena que tuve con unos amigos. – Que bien que ocupe una parte de tus momentos de tu vida. – Tu has sido una parte muy importante de mi vida en este tiempo que llevo aquí. Sabes que fuiste quien me ofreció ayuda la primera vez. No lo olvido. Por eso te cite en la conversación de la noche del sábado.  – No hagas engordar mi ego. ¿Vas a la oficina? – Si hacía allí voy – ¿Te importa que vaya contigo? Tengo que ir a casa de mi profe de informática a llevarle unas cosas que me pidió. La mañana es fresca y el camino se hizo más ameno. Se cruzaron con el sonriente Tomás, que es uno de los barrenderos que esta a punto de jubilarse y le dice a José
– Pronto estoy como tu. – Estupendo, porque llevo tiempo esperándote, perezoso. Contesta José, sonriendo. – Te dejo que es al final de esta calle. – Hasta luego, José. El día trascurre con normalidad. Cuando abres un baúl, que tienes abandonado, en un trastero e inicias su apertura.. El polvo acumulado empieza a circular produciendo una nube, que según pasa el tiempo, se va sedimentando. Hasta que se ven las cosas con normalidad. Esto mismo había pasado con el proyecto, que se había elaborado. El baúl es la comarca y la nube de polvo es el tiempo que ha estado olvidada. El paso de los días han sido los que han atemperado, el primer revuelo y ahora con más claridad, se van materializando los proyectos y la ilusión de los vecinos, por las mejoras que les puede reportar. Manuel se encuentra con la persona que le entrevisto. Y siente, que tiene que darle las gracias por haberle dado entrada en la empresa. Pero la confianza hace que sus palabras se diluyan en bromas. Como con José, ha dado los agradecimientos de su estancia aquí. Aunque todas las personas con quien se cruza o le atienden son merecedoras de los mismos. Esta tarde ira a donde están los arboles centenarios y será el lugar donde lleve el resto de agradecimientos, aprovechando que tiene que ir por la zona. Manuel sabe que no se debe ser un desagradecido y que para estar en armonía, se debe dar gracias por todo tipo de ayuda, recibida. Manuel se siente repleto, a última hora, ira en búsqueda  de Margarita, a la vez que aprovechara para hacer la compra. Volverá a la fila de su cajera favorita. Hoy su cara esta radiante, que contrasta con las lineas verticales de la camisa de su uniforme. La hora de cierre ha llegado y aún tardara un cuarto de hora, entre que hace la caja y va a cambiarse. Espera fuera. Sin haber terminado el beso de bienvenida, dice: – Tengo buenas noticias. – Adelante.
– Dentro de quince días me dan una semana de vacaciones. – Que bien. Te apetece que vayamos a algún sitio juntos. – Si tu puedes, seria ideal. – No creo que haya problemas. ¿Me acompañas a llevar la compra a casa. – Dejame un par de bolsas. Al llegar al portal, salia José. Fue el momento de presentarla a Margarita. – He oído hablar mucho de ti, tenía ganas de conocerte. – Pues ahora tengo que llevar esto a una amiga. – Sera en otro momento, no te preocupes. Se dieron un par de besos y comenzaron a subir. – Es curioso hace unos meses, José, no saldría de casa a estas horas. – ¿Por qué? – Tenia su tiempo muy establecido, se había hecho una persona muy rígida y, ahora, que cambio. – Todos cambiamos, dice Margarita. – Es verdad, pero a veces vemos los cambios más en los demás, que en nosotros mismos. – Yo también, salia de mi trabajo, para estar con mi madre. Distribuyeron la compra por la cocina y por el cuarto de baño donde había un armario que guardaba los útiles de limpieza. Se sentaron en el sofá y preguntó Margarita: – ¿Donde te apetece ir? – Hace tiempo que me dijeron de una ruta que une cuatro monasterios, son unos noventa kilómetros. ¿qué te parece?. – Me gusta andar pero no estoy acostumbrada a las caminatas – Tendremos que comprar el equipo. Zapatillas, mochila... – Yo, algo,tengo. En el mercadillo hay un puesto que tiene cosas de deporte. – Es verdad, como es mañana si quieres algo te miro. – Las zapatillas de montaña, tengo un treinta y ocho. – ¿Tienes bastones de montaña?
– No, eso no. – ¿Chubasquero? Bueno tengo el del otro día que te puede valer. – Cantimplora tengo. – Que rápido, se organiza un viaje. – Voy  a contárselo a mi madre. – Toma llamala y dila que te quedas a cenar. ¿Te parece? -     De acuerdo. La llamada fue corta, trasmitió sus emociones. Y la ilusión en un viaje que no hacía desde mucho tiempo. Su madre le dio la risa, por la caminata, pero notaba la ilusión que no veía en ella desde hacia bastante tiempo. Estaba viviendo el desapego de su hija. Pero esa misma mañana salió para ver que cursos, se estaban impartiendo. Incluso se apunto a uno. – Por cierto mi madre ha cumplido. – ¿Qué? Le relato, lo del curso, que le había contado en la hora de la comida. – Como ves, recogió el reto y lo ha llevado a la practica. – Me alegro, creo que la hacía falta. Dijo Manuel – Si había que salir del circulo destructivo. Yo también lo siento así. – Es curioso como podemos cambiar nuestra existencia, con la voluntad. Pero es más fácil dejarse llevar y no hacer. – Es verdad que preferimos lamentarnos. Dijo Margarita. – Consultaron que podían cenar. Curiosamente cualquier cosa valía, estaban en el periodo que lo más importante es estar juntos, todo lo demás es auxiliar, no un motivo principal. Manuel cedió el lugar de cocinero a quien más habilidades tiene y lo demuestra con la imaginación que pone a la hora de decorar los platos y la forma de aliñarlos. Mientras Manuel puso la mesa y coloco un par de velas, mientras elegía la música que le apetecía compartir. El ambiente estaba creado. La magia de los comensales también. Así que la orquesta funciono como una armonía maravillosa. Los ojos se fijan en los
otros, el tintineo de baile de la llama de las velas y las sombras que proyectan, fue uno de los elementos que se proyectaban. Los días prosiguieron armoniosamente hasta la salida de vacaciones. Tenían que tomar dos autobuses y trataron de llevar demasiado peso en sus mochilas. El día estaba lluvioso, prepararon unos bocadillos y unas piezas de fruta. Manuel llegaría,  a  la estación que le vio partir, lleno de incertidumbre y cierto miedo. Regresaba nueve meses después, mucho más seguro y dichoso por quien venía con él.. Le hablo un poco de su antigua ciudad, pero no puso mucho entusiasmo en definir como un lugar nostálgico. Le expreso que el pasado es parte del mismo, y no tiene ninguna necesidad de recurrir a él. Como ella había conseguido con el suyo. Ni odio, ni nostalgia, cosa  muy importantes, para poder vivir el presente y tener la vista hacía el futuro, estar sin ataduras. Tras apearse del autobús fueron a la taquilla para sacar el billete para su nuevo destino; que será dentro de dos horas. Junto a la estación está un parque, donde podrán comer las viandas y estirar las piernas. Manuel nunca se sintió más lejos de una ciudad que tampoco estaba, tan lejos, solo a trescientos kilómetros de la actual. Comieron y fueron a una librería cercana en busca de algún libro, pero lo que vieron no fue de su agrado y si valió para hacer el tiempo necesario para volver a la estación bajar a la dársena correspondiente y dejar las mochilas en la bodega del vehículo. Comenzó a llover nuevamente. Lo que daba una luz gris a aquella ciudad, que él la había sentido de esa manera. A la hora prevista se cerro las compuertas y arranco. Manuel  saco el plano para planificar los días y los pueblos donde dormirían. El plano no era de una escala pequeña pero valía para hacerse a la idea,.de las etapas, los sitios de aprovisionamiento de comida. Y la ilusión de hacer un camino. Llegaron al pueblo de su partida y preguntaron por una pensión que llevaban el nombre.
Dejaron el equipaje y fueron a cenar. Curiosamente una tormenta acabo con la luz del restaurante así que la camarera saco unas velas para las cuatro mesas que había ocupadas. Lo que les parecía como si estuvieran en casa. Con la ayuda de una linterna llegaron a la habitación y prepararon los útiles para salir a la mañana siguiente lo más temprano posible La noche había estado tormentosa. La luz eléctrica se había recuperado, lo que hizo que tomaran una gratificante ducha. Desayunaron en el bar del hostal y cargaron sus mochilas, desplegaron sus bastones. Preguntaron por donde podían coger el camino. Una banda roja sobre una blanca les indicaba que estaban en la ruta correcta. Grandes charcos se asomaban en toda la carretera que precedía al camino de tierra que sale a la derecha. Allí se encuentra un autoservicio que les vale para hacer la compra, sobre las cosas que van a necesitar ese día. Margarita llevaba puesto sus pantalones de agua. – Mal día han elegido para caminar. Comenta la cajera – Esperemos que no siga lloviendo. – Llevamos dos días con lluvia y ayer con el apagón, veremos a ver si los congelados no se nos han estropeado. – No creo, dice Manuel, fueron unas tres horas. Muchas gracias. Distribuyendo la compra por las mochilas. – Que no os llueva. Buenos días. Fue el deseo de la cajera. Según van caminando la ropa va sobrando y sobre todo unos chubasqueros que de momento no hacen falta. Solo llevan una ropa de recambio. Intentaran andar unas diez horas para alcanzar el primer monasterio donde pernoctaran. El primer obstáculo es un gran charco que obliga a rodear por unos caminos paralelos. Pronto Margarita va dando muestras de su falta de entrenamiento, las paradas se hacen más frecuentes, pero no hay un lamento. Manuel la va animando y termina decidiendo parar a comer bajo unas rocas, por ser uno de los pocos sitios secos. Colocan las mochilas y ponen los chubasqueros en el suelo.
– Tumbate. Le pide Manuel. Mientras desabrocha los cordones y saca los calcetines. La ayuda a hacer unos estiramientos y le da un masaje en los pies. Para luego hacer el proceso contrario la tapa y la deja descansar, mientras el prepara la comida. – Todo camino exige un esfuerzo, es en las dificultades, donde nos vamos conociendo a nosotros mismos. Contesta Manuel, mientras la ofrece la comida. – Cuando he resbalado dos veces, me planteado si merecía la pena este viaje, ahora se que si. – Si, quieres comemos, descansamos un poco y seguimos camino. – Casi, voy  a parar más veces, para que así,  me hagas los estiramientos y el masaje en los pies. – Eso esta hecho. Apoyo su cabeza sobre los muslos de Manuel y quedo dormida. Los dedos de Manuel jugaban a hacer surcos en su pelo. Un rayo de sol hizo que despertara y fuera la salida del refugio.. Los días comenzaban a ser mas cortos y con un día nublado, tenían que acelerar el paso. Por fin coronaron la montaña y ahora tocaba el descenso suave. No se cruzaron con nadie. Enlazaron sus manos y comenzaron la bajada. En uno recodo pudieron divisar el monasterio, la arboleda que franqueaba al río y una casa de la que humeaba, su chimenea. El otoño se hacía ver en el color de las hojas de los árboles. Un viento comenzó a soplar en sus espaldas y fue necesario poner el abrigo, pero a la vez, era como un empuje a los caminantes.. En el monasterio les atendió un monje, muy seco, de voz, que solo fue cambiando según iban hablando con él. Al final les termino enseñando el monasterio que no estaba abierto al publico. Les da las llaves de la habitación y Manuel enseña los ejercicios de estiramientos, útiles para recuperar a esos músculos desacostumbrados.  Margarita se ríe, porque le duele todo, le hace el símil con su trabajo, bastante sedentario, excepto cuando tiene que reponer. Pero expresa su alegría por haberlo conseguido.
– Manuel hace unos años ante esta propuesta me hubiera reído de ti. – Tengo que decirte que a mi me hubiera pasado lo mismo. Pero ahora estoy feliz de hacerlo y además con una persona maravillosa, con la que estoy haciendo este camino. – Gracias Manuel por los cambios que estoy teniendo, mientras mira a los ojos. – No olvides que no soy yo, sino tú, quien la hace. – Es verdad, pero desde que te he conocido, fuera de la linea de la caja, -dice riendo. He notado esos cambios que han sido extensibles a mi madre. Que no sabes,.los cambios que ha dado y la armonía que hay en casa. – Vale, pero que te des cuenta que si atribuimos los cambios a una persona, podemos, tener una cierta dependencia, de esa persona. Eso considero que no es bueno ni para la persona dependiente ni para el otro. – Eso observe que hiciste cuando te desligaste de las charlas, me lo contó mi madre y no llegaba a entenderlo. Se dieron una ducha conjunta y luego aprovecharon para lavar la ropa, con el gel que utilizaron para su lavado. Utilizaron el secador del centro para dar un primer secado y mañana le darán un segundo,.para poder guardarla sin humedad en las mochilas. El frescor de la noche se hizo sentir, tras cenar miraron la etapa del día siguiente, en principio más suave, pero con mas riesgo de perderse. El nuevo día se abre con un sol tímido. Bajan a desayunar a la cafetería del monasterio. Antes de salir, mira Manuel los sitios del pie con más propensión a rozaduras y pone en su lugar unas tiras de esparadrapo con función protectora. Los cuatro pies se muestran decorados. Un banco de piedra ha sido elegido como sustento; en un lateral hay una fuente, allí se abastecerán de agua. Pasaran por un pueblo donde compraran algo para comer y cenar. El trinar de los pájaros acompaña sus pasos, después de despedirse del monje. Que
les indica el mejor camino hacía el pueblo. Las piernas de Margarita se muestran rígidas, como sino quisieran iniciar. Hacen estiramientos. – Nuestro cuerpo se acomoda. Como nuestra mente. Es un entrenamiento el seguir nuestro camino y vencer esas cosas que nosotros vemos como problemas. – Hoy me hubiera quedado en la cama disfrutando del descanso y por supuesto de ti. – Pero tu voluntad se encontraría más debilitada. – Ahora lo agradezco porque me apetece sentir este aire fresco en mi cara y poder oír los trinos de las aves. El tintinear de las hojas de los árboles y el retumbar del agua en su curso entre las piedras. No se puede pedir más. – Creo que has entendido lo que te quería decir. Contesta Manuel tomando su mano, balanceando sus brazos. El pueblo esta a pocos kilómetros y una tienda al borde de la carretera les hace de surtidor de los víveres que necesitan. Una hogaza de pan, completa la compra. La dueña se interesa por su destino, pero enseguida empieza a hablar de su situación familiar. Se sentaron en el banco de piedra que existe a la entrada y hablaron con ella. Termino agradeciendo la conversación y lo bien que la había venido hablar con ellos. Les invito a que vinieran otro día, ella les invitaría. – Volveremos. Dijo, Manuel.. La vuelta al camino fue más pesada, habían incorporado nuevos kilos a sus mochilas. Pronto abandonaron árboles, río y demás vegetación para adentrarse en una paramera. Aquí la mente cambia su estado de percepción, el paisaje monótono, solo alterado por un camino, que parece dibujado. – Menos mal que no nos hace el sol de verano. Comenta Margarita. – Si, hemos tenido suerte con el tiempo. Seguramente el paisaje cambiara cuando lleguemos a aquellas montañas. Este camino debió ser vía de comunicación entre los monasterios. Aunque eran
bastante autónomos siempre habría cosas que se podían compartir y este camino fue lazo de unión. – Afortunadamente, no lo han hecho carretera. Sería un rollo notar coches que pasan a tu lado. Comenta Margarita. Pasaron tres horas y llegaron a las faldas de las montañas y un símbolo les indicaba por donde debían seguir. Pero podía ser un buen momento par comer. – Aquellas rocas pueden .pueden ser un buen comedor. ¿Te parece? Pregunto Manuel. – Que paisaje más extraño, hemos pasado. Comenta Margarita – Tal vez la vida sea algo similar. – ¿Te parece que este camino, sea similar a la vida? – Creo que no solo es este sino cualquiera que cojamos. Creo que somos parte de un todo y es todo es imprescindible para que nos encontremos integrados con toda la naturaleza. Una paramera puede ser poco gratificante pero también es parte de nosotros y de nuestro paisaje interior, no solo los parajes fértiles y llenos de vida. – ¿Crees en la relación de todas las cosas con todo? Pregunta Margarita. – Estoy convencido. Afirma Manuel, mientras va preparando la comida. – Tal vez este sea el mejor sitio donde nosotros vayamos a comer. – Seguro, en mi caso, pienso que es la mejor compañía, el mejor paraje y disfrutar del vuelo y graznidos de los cuervos. El sentir eso, yo lo llamo felicidad. No creo que la felicidad sea una meta, sino un estado, que debemos acercarnos a él, las más veces posibles. – Estoy de acuerdo, responde Margarita, mientras hinca los dientes en el bocadillo recién elaborado. Unos frutos secos y una manzana, da paso a tumbarse sin las zapatillas y abrigarse un poco, para combatir el frió de la digestión.
Una cabezada fue suficiente para continuar la marcha. Se pusieron ha hacer estiramientos. – Después de comer no me hace falta estirar, normalmente. Dice entre sonrisas Margarita. – La falta de costumbre nos hace aparecer como acorchados. De nuevo el macuto a la espalda y la ilusión por ir en un paisaje diferente hasta el próximo pueblo, donde pernoctaran. La ruta ha sido más corta que el día anterior, lo cual se agradecía. El hostal tiene las habitaciones orientadas hacía el oeste, así podrán disfrutar de una puesta de sol, entre nubes grises. Al subir a la habitación reinician los estiramientos que interrumpen para colocar dos sillas en el balcón y poder ver la postal de poniente. – Manuel, me doy cuenta que el esfuerzo físico es mental. – Las piedras que aparecen por el camino, los obstáculos son como nuestros pensamientos. Las trabas que nos van apareciendo, existen, pero somos nosotros los que podemos ir por la derecha o por la izquierda o tomar otro camino. Lo importante no es el destino sino el camino mismo, donde uno aprende, donde una dificultad es un signo de superación. – Con las ampollas he sentido lo mismo. Se dieron una gratificante ducha y prepararon la cena. Sacaron su vela y la encendieron como un ritual, cambiaba el color de la vela pero no la llama que iluminaba una escasa cena, por lo poco variada. Conseguían, hacer que fuera una fiesta y un placer, el hecho de poder comer. Comentaban su estado y lo comparaban con una nube y sabían que podían, disfrutar de ella, tanto tiempo como pudieran. El nuevo día amaneció lloviendo, una lluvia fina, que todo lo envuelve. – Esta es una de nuestras dificultades. Comento Manuel. Bajaron a desayunar y aprovisionarse de comida, para poder comer y cenar. La tienda no tenía mucha variedad pero lo suficiente para su sustento.
Se pusieron la ropa de agua y caminar hasta el siguiente monasterio. Cuando se dieron cuenta habían completado su recorrido y sus días de vacaciones. Por ello buscaron la estación de autobuses, para deshacer el camino de hacia siete días. El vaivén del autobús sirvió para adormecer a los ocupantes y dar unas cabezadas. El otro autocar salio a la hora prevista con bastante ocupación por ser domingo por la tarde. Lo ocupaban quienes habían aprovechado para ir a la gran ciudad, intentando encontrar lo que no hallaban en su ciudad; en realidad volvían con unas caras similares a las que se habían ido. Pero volverán buscando lo que creen que no tienen. Margarita ha llamado, desde la última estación,  a su madre. – Me parece extraño que  no la  haya llamado, en todo este tiempo – Eso es parte de los desapegos. Contesta Manuel – La verdad es que mi ruptura supuso un gran trauma y mi madre ha sido una tabla salvavidas. – Correcto pero ahora tenéis que navegar por vuestros medios. – No me reconozco ni yo, con los pensamientos que tenía hace unos meses. Llegaron cuando estaba anocheciendo. En la estación estaba, Mari Carmen esperándoles. Madre e hija se fundieron en un abrazo. Mientras Manuel recogía las mochilas de la bodega del autocar, fue en busca de la pareja que tenían cien cosas que contarse. La saludo y emprendieron la salida juntos. Cuando subían, la calle, se despidió para tomar la que iba a su casa. Llamo en la puerta de José, para saludarle. Pero no le dejo salir para poder cenar juntos. Cosa que agradeció Manuel, pues su nevera estaba vaciá. Subió para dejar la mochila y tomar una ducha. La vitalidad de José le impido que le ayudara. – Abre está botella de vino que compre el otro día. Dijo José. Comenzaron a darse novedades. En un momento para la conversación y mirándole a los ojos.
– Se te ve, enamorado. – No se si tengo cara de enamorado, pero si de persona feliz. – Yo también tengo, cada día, ganas de hacer más cosas. He hablado con el ayuntamiento para hacer una historia de nuestra ciudad. Hilando con el proyecto de desarrollo de la comarca. – ¿Qué te han dicho? – Les parece buena idea y la apoyaran. – ¡Estupendo! Tienes un gran trabajo que hacer. – Internet me va ayudar a recoger datos para actualizar la historia. Hay dos vecinos interesados en ayudarme. Con lo cual estoy muy ilusionado. – Me alegro, dice Manuel, mientras sirve el vino. Chocan los vasos en señal de alegría. – ¿Cuéntame tu viaje de monasterios? Pregunta José. – A parte de pequeñas ampollas en los pies de Margarita, ha sido muy provechoso. Para ambos. Como todos los caminos, siempre es un camino interior. – ¿Habéis tenido suerte con el tiempo? – Solo un día nos ha llovido, pero ha sido lluvia de esa fina. – Calabobos, dice José. – En efecto. ¿Pero, cuéntame como ha surgido ese proyecto? – Creímos que podíamos aportar algo de la historia de nuestra ciudad y dos vecinos se ofrecieron a ayudarme, ellos harán la labor informativa con los diferentes convecinos. La verdad es que me hace falta ayuda y estas dos personas tienen algo de experiencia. – José, eres todo un motor. – La verdad es que se me han desarrollado muchas inquietudes – Eso es muy importante y motivador. Reafirma Manuel. La cena fue muy agradable, en la que dos amigos que se reencuentran. La vuelta al trabajo fue fácil, no había pasado tanto tiempo. Al finalizar, el día, fue a recoger a Margarita, y aprovechar para hacer la compra.  Tiene, una cara radiante.
– He aprendido mucho, donde había un problema, lo convertía en una oportunidad de aprendizaje, y por ello, no me rebotaba, con lo que me hacía estar mejor conmigo misma. – ¿Como están tus pies? – Muy bien les he dado una crema de áloe, que tenemos, y le ha venido muy bien. – Menos mal que no hemos tenido calor. – Me imagino que nos hubiera costado más. Dice Manuel. Tomaron las bolsas y fueron a su casa. – Por cierto, mi madre nos invita a cenar. Colocaron la compra y fueron a la casa de Mari Carmen. Tiene la cena preparada, una mesa colocada con un centro de flores, muy bonito, donde abundaban los colores. Margarita coloca unas velas para seguir su ritual de cenas. Manuel agradeció el salir de una dieta monótona, aunque quebrada el día anterior con José. – He empezado unas clases de baile. – ¿Como, tú?  Pregunto una extrañada Margarita. – Y seguramente voy a trabajar en una agencia que van a poner el mes que viene. – Esto se mueve. Sonríe Manuel. – Faltas de casa un día y todo cambia. Comenta Margarita, uniéndose a las risas. – Tengo una botella de vino, ¿te importarla abrirla, Manuel? -  Ayer ya abrí otra con José. A este paso tendré que deshabituarme de vino. – Esta botella lleva doce años en la despensa, espero que no este picada. – Seguro que no. Lentamente descorcho y vertió el liquido rojizo. Cato y aprobó su estado. – Nunca tomamos vino, pero son muchas novedades y hay que celebrarlo, ¿no os parece? Al unisono reafirman con la cabeza mientras chocan sus copas. – ¿Porqué vas a trabajar? Pregunta Margarita..
– Hija ha llegado el momento de dejar la casa, tengo que sentirme útil. Trabajare por las mañanas. Manuel deja hablar a madre e hija, limando las últimas astillas de sus cambios. La cena fue excelente, así lo hizo saber Manuel. Tomaron una tarta helada de postre y una infusión. Recogieron y Manuel indico que debía marcharse. Margarita se quedaba pero se iba. Mari Carmen descubrió el pensamiento y la invito a ir con él. No tardo en aceptar, tomo una bolsa y metió la ropa que le hacía falta para cambiarse. Una vez más, la noche fue intensa, el dialogo de las caricias, resto horas al sueño y tuvo que ser el despertador, el que corto la unión. Manuel fue a ducharse y mientras Margarita preparaba el desayuno. Ella hasta las dos no entraba a trabajar. Desayunaron juntos y al despedirse un juego de llaves que estaba en un clavo en el pasillo. – Toma estas  son las llaves de tu casa. Dijo Manuel. – Muchas gracias. Respondió Margarita. Al salir Manuel, Margarita, se dio una ducha y comenzó una limpieza. Luego fue a casa de su madre para prepararse la comida. Mari Carmen se la había adelantado y solo tuvo que ponerse a comer. Le enseño las llaves de la casa y Mari Carmen comprendió que, con quien había compartido tantas horas; se iba. Pero no fue un momento triste. El fin de semana la invitarían a comer y así la conocería. Margarita comenzó a dar un cambio a la casa, el toque femenino empezó con el cambio de cortinas, unos cuadros, llenos de color, sustituyeron a los funcionales “de toda la vida”. Pidió permiso a José y su respuesta es: – Ya le hacía falta, un cambio a la casa, mi hijo no se preocupo mucho de cambiarla. Que bien que una mujer produzca esta transformación.. – ¿Como va tu historia?
– Hemos fijado los protocolos de trabajo y ahora cada uno le tocara desarrollar su trabajo. Por cierto me han dicho que el polideportivo van a dar clases de taichi, me vendrá bien para no descuidar mi actividad física. – Es una de mis asignaturas pendientes. Cuando hemos estado andando me dado cuenta de mi falta de forma física y es momento de cambiarla. – Cuando me doy cuenta de lo limitado que estaba, cada vez hacía menos cosas. Y, ahora, todo lo que tengo que hacer y la ilusión con que lo hago. – Me doy cuenta, de que los cambios, nos producen miedo, solamente cuando nos enfrentamos a ellos pierden su identidad. – En efecto así es. – Voy a solicitar el cambio de turno para poder tener más tiempo junto a Manuel. Se que es muy difícil, pero no puedo dejarlo en el intento.. En la mesa siempre se colocaba un ramo de flores frescas y las velas se iban reponiendo. Manuel no había comprado grandes cosas, ni pequeñas que supusieran una innovación en la casa. Solo era el lugar donde comía y dormía. Comenzaba la faceta de convertirla en hogar. Margarita vio una puerta a la ilusión de poner su casa. Por otro lado no vio a su madre deprimida por la hija y el apoyo que se le había ido, sino con tanta ilusión, de hacer cosas nuevas, de salir del ostracismo que la animaba a seguir su camino. Claro que la surgieron dudas, pero sino probaba, se quedaría con la duda y optó por hacer. Manuel esta encantado con su nueva vida, había cambiado su soledad por la tarea de compartir. Margarita solicito su cambio de turno y se acepto porque las circunstancias habían surgido para que fuera posible. Dejaría de salir de noche y comer a la una. El domingo cogieron el coche e hicieron la mudanza a su nueva casa. Aprovecho a venir Mari Carmen y ayudar en el cambio. Juntos compartieron una comida no demasiado elaborada, pero suficiente, para compartir el
descubrimiento de la nueva casa, de la hija. Los armarios estaban prácticamente, vacíos. La noticia corrió como la pólvora, Ana la hija de Mari Carmen, ha ido a vivir con Manuel. Aquella unión, sin formalismos: ni eclesiásticos ni civiles. Se había realizado en poco tiempo, comparado con el noviazgo de Margarita, con su anterior novio. Había sido capaz, de cambiar su manera de ver las cosas en un tiempo, bastante razonable. El nuevo turno le permitía llevar una vida como el resto de sus convecinos. - Margarita he quedado, con José, Carlos y Ana par que vengan a cenar este sábado. Para celebrar nuestra unión. ¿Qué te parece? – Tenemos que pensar que cena podemos preparar. – ¿Quieres que invitemos a tu madre? – Me parece una buena idea. Tendremos que pedir un par de sillas a José y una mesa. Voy a bajar a preguntarle. No tardo en subir con la respuesta afirmativa. Llamó a Ana para que pudieran hacer sus planes para poder asistir. El sábado llegó. Carlos y Ana trajeron unos quesos, una botella  de vino tinto y un postre que elaboro Ana. José se viste con un traje que llevaba años sin ponerse. Todos han elegido sus mejores galas sin haberlo comentado antes. Manuel sube la mesa, un par de sillas y un tablero que pondrán entre las dos mesas. Un mantel se encarga de vestir a la mesa, una vajilla nueva y unas copas nuevas son puestas sobre la misma. Un par de velas y un pequeño florero, que no impide la visión entre los comensales, cierra la decoración. Al sentarse, Manuel les explica el motivo de esta celebración: – Todos habéis sido importantes en el tiempo que llevo en esta ciudad, evidentemente podría haber invitado a más gente, pero es con vosotros con quien queremos compartir esta cena. Es como un agradecimiento, igual que en las bodas se hace un ágape, después de la celebración del matrimonio. Margarita y yo lo hacemos sin
ceremonia, pero con el mismo cariño. Sirvieron el vino para poder brindar. La cena se hizo con muchos platos diferentes que obligaba a pedir continuamente los de un extremo a otro. Al terminar, retiraron las mesas y dejaron un espacio diáfano y juntos establecieron un corro donde fueron girando a los acordes de la música. José y Mari Carmen congeniaron muy bien, el buen humor estuvo, en todo momento, presente. Luego cada uno de ellos expreso sus sentimientos y sus deseos de dicha a la nueva pareja. Margarita estaba emocionada, había roto con muchos fantasmas que había acumulado durante tantos años, que la habían llevado a un gran aislamiento. Mari Carmen expreso su cambio de vida y la emoción que le produce el estar embarcado en otra nueva. Ana comento el aislamiento que habían hecho de su vida. A lo que Carlos añadió con la nueva visión de este periodo, totalmente olvidada. Mari Carmen también detallo los cambios que se habían producido en su vida. José, pletórico, como siempre, solo tenía palabras de agradecimiento. Manuel resumió el corte con su vida anterior y el deseo de cambio, pero lo que más, curiosidad, le daba, era comprobar que había mucha gente que estaba en la misma circunstancia. Entonces les contó un cuento que, a él, le ayudo a romper cadenas: – Erase un vez un rey muy feroz. Cuando hacía prisioneros les ofrecía dos posibilidades o morir asaeteados por sus arqueros o salir por la puerta que estaba en el centro. Todo el mundo elegía morir bajo las flechas pero uno eligió salir por la puerta. Al salir se daba cuenta que iba a un camino que se dirigía a las montañas. Por miedo se prefería morir a un cambio que ofrecía la puerta. Y así somos nosotros, con los miedos. No nos hace falta una situación tan extrema como la del cuento, pero si es clasificadora de la manera
que tenemos de actuar, en nuestra vida diaria. Yo elegí pasar la puerta y me encontré con todos vosotros. Por algo solo os digo “gracias”, “gracias” y “gracias”. Margarita estaba emocionada y contó como ella, había ido eligiendo abrir la puerta a cada momento, pero de una manera, no predeterminada, sino sencilla. Como su caminata por los monasterios. Eligieron salir a pasear, para bajar la comida y luego acompañar a Carlos y Ana a su coche. José acompaño a Mari Carmen a su casa. Manuel y Margarita tornaron a casa. Un cielo estrellado sin nubes les acompaño en su vuelta. El domingo tardo en llegar toda la noche, no había que madrugar e invitaba a hacerse los remolones. – ¿Que te parece si desayunamos y vamos a comer al campo? – Me parece una buena idea, necesito bajar la cena de anoche. – Tenemos mucha comida que nos sobro anoche, sugirió Manuel. – Vale vamos a preparar el desayuno. Margarita se ocupo del desayuno y Manuel de la comida instalándolo en su mochila. No olvido el agua y la fruta. Ahora tocaba fregar los cacharros y vajilla de la cena. Necesito poner unas bandejas para poner a secar todo el menaje. Un beso profundo fue la señal para ponerse a tomar la primera comida del día. La cara de felicidad no se había borrado y por ello seguían en la nube. Recogieron y salieron a un día soleado, que ya invitaba a estar en la calle. Algunos se notaba que no habían descansado y querían alargar el día. Al salir dieron los buenos días a varias personas. Margarita es una persona conocida, sobre todo, desde que esta trabajando de cajera en el supermercado.  Ese comercio que ha conseguido que varias tiendas, tradicionales, hayan echado el cierre por no poder competir, ni en precios, ni en los modos de compra. Los ritmos de las grandes ciudades también llegan a las pequeñas y hacen que la
compra se haga en grandes cantidades, ofertas y en coche, para su posterior traslado a casa. Con lo cual se piensa que se ahorra dinero y tiempo. Este último que luego se derrocha frente a una pantalla de televisión, si es de pantalla plana y grande, mejor que mejor. Al llegar al coche se da cuenta que ha olvidado las llaves. Manuel deja la mochila en el suelo. – Ahora vuelvo que se me ha olvidado las llaves del coche. Voy de una carrera. Margarita sonríe, porque se da cuenta que ambos están en otra realidad, por ello es fácil, olvidarse de las cosas. Manuel comienza una carrera que termina en cinco minutos y una sonrisa en la boca. – Vaya cabeza, la mía. ¿Que zona quieres que vayamos? – Al sur hay un sitio que nos llevaba mi padre, cuando yo era pequeña, me gustaría volver y enseñártelo. – Estoy dispuesto a aprender, así allá vamos, indicame, por favor. El sitio no estaba lejos, aparcaron el coche y comenzaron a subir por un camino de tierra, hacía un arbolado. Allí estaba un manantial de un arroyo que no siempre estaba fértil, pero que dotaba a la zona de frescor y vegetación. – Nunca había venido por aquí. Me gusta. – Damos una vuelta alrededor de aquella colina que es donde corríamos con unas niñas, hijas de unos amigos de mis padres. – ¿A lo mejor, nos encontramos a Margarita por aquí? – Te puedo que desde la muerte de mi padre no he vuelto por aquí. Margarita fue narrando las anécdotas, que había tenido. Incluso su primer beso con un hermano de sus amigas algo mayor que ella, que la inició en los secretos del amor. Margarita se daba cuenta que no sufría, al contar su pasado, cosa que era un trauma, no hace mucho tiempo. Buscaron una sombra donde las rocas y prepararon la comida. Mientras un rebaño de ovejas, busca el agua del manantial, que forma una laguna. Lo cual les da un sonido, de los cencerros y un
movimiento a aquella zona tan tranquila. Aparece el pastor que saluda y es invitado a tomar algo con ellos. Cosa que acepta para romper el silencio de su soledad. A porta lo que el lleva para comer y juntos, establecen una comida no prevista. Los perros rodean continuamente la comida en busca de su ración, que no tarda en llegar. A pesar de ser domingo no ha hecho pereza por sacar su ganado a pastar. Eusebio, que es el nombre del pastor, es un muchacho joven. Manuel le consulta lo raro que es encontrar a un chico, empleado de pastor. – Eusebio les relata su vida y su decisión de no tomar el camino de sus amigos. Le sugirieron hacerse pastor y acepto.  Sabe que no va a estar durante mucho tiempo, pero este trabajo le permitía seguir en el pueblo, sin la necesidad de emigrar. Aprendió el oficio de otro pastor mayor que le fue dando los secretos de llevar el ganado. Siente que es una vida anacrónica con la que llevan sus amigos o conocidos, pero le vale para estar en su entorno, normalmente los fines de semana se quedan en el corral, pero ayer tuvo una discusión con la chica con la que sale, y en vez de, quedarse en casa, con su pensamiento, atormentado. Ha elegido sacar a pastar a las ovejas, así se olvida de la situación y de paso gana un poco más. Eusebio solo habla de él, no se ha preocupado por la actividad de sus interlocutores, necesita hablar. Manuel y Margarita lo han entendido y le dejan que lo haga para hacer pequeños apuntes de formas para manejar las soluciones. – Por otro lado, el dueño tiene intención de dejar a las ovejas estabuladas, así se ahorrara un jornal, el mio. – ¿Lo cual te deja un futuro bastante negro? Pregunta Margarita. – Es como si todo se juntara para que todo me vaya mal. – Eusebio cuando todo se vuelve tan negro y es momento de reflexionar sobre si los pasos que voy dando son en la dirección correcta. Matiza Manuel. – Es como si todo, de pronto, se aliara contra mi.
– No Eusebio no hay ninguna fuerza contra ti, es momento de que cambies la manera de ver las cosas. De todo hay que aprender y sacar el aprendizaje. De nada vale el estar lamentándose de lo mal que está la vida. Nosotros tenemos que ver, y mucho, sobre ello. Por lo que me dices cogiste este trabajo porque te vino, ¿no lo escogiste? – No lo elegí, es cierto. – Es como si la rueda de la vida te diera las opciones, pero como tu no lo has elegido, te revuelves. – No exactamente Manuel, aprendí con un pastor las labores propias del pastor, yo elegí. – Pero te han surgido dudas posteriores. – Si ahora, ya no quiero hacer esto. – Te das cuenta que la vida te plantea un cambio y tu rechazas esta por el no saber que puede pasar. Tu relación, con la chica con la que sales tiene altibajos, pero no es más que un reflejo de como estás tu. ¿entiendes? – Si puede ser una casualidad. Responde Eusebio – Llamalo como quieras, pero para mi es consecuencia de los caminos que elegimos en nuestra vida. – ¿Entonces, creéis que depende como me tome las cosas, la vida de una manera o otra la elijo yo? – Seguro, responde Manuel, pero es más fácil no sentirnos responsables de nuestras acciones, para no sentirnos mal con nuestras decisiones. Es mejor que asumir que somos los autores. – Si llevas razón. Al darse cuenta que solo habla de él. ¿y vosotros que hacéis aquí? – No te lo vas a creer pero es nuestro viaje de novios. Dice Manuel. – ¿Aquí? Con la de destinos que existen. – Llevas razón y este es uno de ellos. – Solo puedo daros la enhorabuena. – Muchas gracias, los paraísos están dentro de nosotros mismos, contesta Margarita.
– Gracias por haber aprendido tanto de vosotros. – Gracias a ti por haberte conocido, ya nos veremos por la ciudad, cualquier día. Contesta Manuel. Manuel llama a sus perros para retornar al redil. Ellos recogen la mochila y bajan a por su coche. – Es verdad, es nuestro viaje de novios, yo que había preparado, cuando me iba a casar con varios meses y procurando llevarlo todo organizado y hoy ha surgido así de rápido y a unos kilómetros de casa. Reflexiona en voz alta Margarita. – Me siento muy orgulloso de estar con una persona como tu. – Gracias, a mi me ocurre lo mismo. – Antes de volver me gustaría pasar por una ermita que está en la falda de aquella montaña. – Perfecto porque no la conozco. Tengo que decir que me falta mucho por conocer de la comarca, he ido a sitios más relacionados con mi trabajo y lo que me han enseñado Carlos y Ana. Y luego te llevare al sitio donde he estado muchas veces, como mi rincón secreto – Perfecto, un buen día de descubrimientos. Dice Margarita. Cuando caía la tarde llegaron donde Manuel le gustaba estar junto aquel gran roble.. – Aquí he pasado muchas horas, unas veces leyendo, otras meditando y muchas, pensando sobre mi vida. También ha sido soporte de mis abrazos y de palmoteo, sobre su corteza. – Es como ¿tu santuario? – Si, se puede llamar así. -  Me alegro de descubrirlo, ya me lo habías comentado, comenta una Margarita risueña.. La vuelta a casa fue un resumen de todo lo que habían realizado este fin de semana. Aparcaron y poco a poco llegaron a casa, la luz de la ventana de José estaba encendida. En el trabajo las cosas se iban encauzando y empezaban a verse frutos, de los proyectos.
El ayuntamiento comenzaba a ver actividad donde se había parado casi todo, salvo la construcción por la venida de personas de pueblos circundantes, por los servicios que ofrecía la ciudad. Sobre todo de gente mayor, que vendía sus propiedades por un piso con calefacción y ascensor, para poder tener un medico más cerca. Con ello, la ciudad había crecido pero sobre todo de gente mayor, los hijos habían optado por ciudades mayores, donde “se tiene de todo” El ambulatorio de la seguridad siempre se encontraba lleno en busca de la receta milagrosa que le haga no tener dolores. Manuel observo todo esto y vio que uno de los factores peores era la inactividad, había que lograr llegar a que toda esta población tuviera una actividad física. Por ello planteo al ayuntamiento de una piscina climatizada y un pabellón para poder desarrollar todas estas actividades. La idea no era mala pero el problema era conseguir el dinero. Se entrevisto con el alcalde para buscar ayudas oficiales y él se comprometió a buscar, otras en el sector privado. Los terrenos serian al lado de la nueva escuela de cerámica, que ya se había iniciado su construcción. Planteo la idea en su empresa para poder gestionarla. Cosa que fue aceptada por ir en el desarrollo de la comarca. La empresa cobraría por facilitar y gestionar estos servicios. Creara nuevos puestos de trabajo, tanto en su construcción como en su mantenimiento. Manuel volvió a casa, muy ilusionado. Al llegar beso a Margarita, un beso emocionado. Se sentó y le detallo el resumen del día. – Y tu ¿como te ha ido? – Ya sabes que mi trabajo es menos innovador, pero he visto a gente nueva, con un trato agradable, lo cual se agradece y no ser una maquina que pasa productos por el lector y luego te cobra. Hay tiempo, corto, para no interrumpir la fila de clientes, para cruzar unas palabras agradables o algún comentario. Es curioso pero las personas que van por la tarde son diferentes a las de la mañana – El paso del día es lo que influye, no las personas.
– Puede ser. Responde Margarita. – Como bien sabes los importante es como vivas lo que haces, no la función. Puedes estar limpiando unos servicios y sentirte bien, aunque lo que te rodee sea idílico. Siempre deseamos lo que no tenemos, con la ilusión, de que todo sea mejor. Hay muchos ejemplos de personas que han “mejorado” su trabajo pero no se encuentran bien. Esto confirma que el entorno no es la importante, sino, como lo vivimos. – Estoy de acuerdo, hay una compañera, Verónica que siempre tiene algún conflicto con el encargado o con algún cliente. Tiene el mismo trabajo que yo, lo que cambia es como se encuentra ella. Yo me encuentro a gusto y no me importa sonreír a los clientes, al fin y al cabo, son los que me permiten tener mi salario, o colocar genero de reposición de una manera agradable. El esfuerzo es el mismo, pero yo me encuentro satisfecha. – Ese es, el secreto, una cosa trae otra.. – Siempre he pensado que el positivismo funciona, pero cuando lo miras para uno mismo, que difícil es hacerlo. – Ya sabes... Prepararon la cena, mientras sus cabezas estaban sobre lo que habían hablado. Encendieron la vela y pusieron los platos, la música sonaba en un tono bajo. Tras fregar. Margarita llamo a su madre, no se creía, estar hablando con la persona que había convivido toda su vida. Una persona tan diferente, lo comento con Manuel. – Parece como si no conociera a mi madre. – Eso es bueno, la capacidad de cambiar. Tu madre lo ha llevado a cabo. ¿se siente mejor? – Por supuesto, esta radiante. – Acaso no estamos igual. – Es verdad, pero es más fácil verlo en los demás. Por la mañana Manuel se encontró con Eusebio. – Manuel te estaba buscando porque mi jefe ha prescindido de mi trabajo. Me dijiste que estabas en una empresa que gestionaba
el crecimiento de la comarca, así que te planteo que me eches una mano. – Nosotros estamos en un proyecto que quiere difundir la comarca a nivel estatal y por ello un crecimiento de la misma. Hay empresas que se están poniendo en marcha. Te facilitare el nombre de las mismas.  Pero en su cabeza estaban sus amigos Carlos y Ana. Dejame tu teléfono y me pondré en contacto contigo.. Manuel llamo a Carlos y le comento la posibilidad de que les ayudara en su labor. – Ya se que es complicaros la vida, pero os puede ayudar a estar un poco más libres. – Te entiendo y te doy las gracias, pero tendríamos que ampliar nuestro rebaño e instalaciones. ¿hasta que punto merece la pena? – No quiero arreglar vuestras vidas, pero sigo pensando que vuestro negocio tiene muchas posibilidades. – Ya hablamos, un saludo Manuel. Ana y Carlos también necesitaban un cambio  Y hablaron de las posibilidades. Los hijos crecían y las necesidades cada vez eran mayores, con sus ingresos no llegarían con cierto desahogo. Carlos se acerco al banco para ver las posibilidades de un crédito. Y poder ver posibilidades de ayudas. Esto le remitieron al ayuntamiento. Como no solo era aumento de instalaciones sino creación de nuevo empleo, le comentaron las ayudas que había. Carlos sabía las mejoras y ampliaciones que necesitaban. Comento con Ana, todos esos planes que dormían en su mente. Por otro lado quedaría el trabajo creativo repostero que ella había iniciado. La idea iba tomando cuerpo. Llamo a Manuel para hablar con Eusebio. – No todo el mundo tiene una sensibilidad para tratar con animales, si encima a trabajado con ganado, siempre es mejor. – A mi me dio buena impresión y por eso te lo comente. – Hemos visto vuestros cambios y hemos pensado que es el momento de hacer el nuestro. Ana quiere dedicarse a su tarea
artesana. Yo seguiría con los quesos y el ganado ayudado de alguien. Que bien pudiera ser Eusebio. – Si te parece esta tarde podría quedar con él y nos acercaríamos a veros. – Estupendo. Manuel llamo a Eusebio y quedaron por la tarde. Fueron en el coche de él. Durante el camino le fue explicando la actividad que tenían. Al llegar pronto se entendieron, Carlos, le comento sus proyectos de compra del prado aledaño y la construcción de una nueva nave donde se instalaría la zona habilitada para la elaboración del queso y las cámaras frigoríficas que necesitaba para la conservación del producto terminado. Las cabras estarán estabuladas y con posibilidad de salir a un patio donde podrán tomar el sol. La nave donde dormirán o se refugiaran del mal tiempo contara con unos altavoces donde oirán música clásica o relajante. Eusebio contemplaba un avance en su trabajo y con posibilidades de futuro, lo que hizo que su cara se iluminara de ilusión. La vuelta a casa fueron comentarios de ese estilo a Manuel, al que le quedaba muy agradecido por haberse acordado de él. Su trabajo también cambiaría al ayudar en la producción de quesos. Ahora tocaba esperar la decisión de los bancos para ofrecerle los créditos para poner alas a sus proyectos. Carlos veía que se podría triplicar la producción de quesos y la comercialización se podría conseguir a través de la empresa en que trabajaba, Manuel. Eusebio no tenía que deambular por los campos, estaría cerca de casa y llevaría un trabajo más creativo. Ana también se sintió motivada porque el proyecto la liberaría de su trabajo actual y podría desarrollar uno más creativo que la gustaba más, como era la repostería. El viejo corral, que se encontraba al lado de la casa; se convertiría en su lugar de trabajo con un nuevo horno y unos útiles más modernos para la producción de las creaciones reposteras.
Todo esto estaba en el proyecto presentado. Ahora llegaba el tiempo de espera, donde se quiere tener ya, pero la respuesta no llega. Margarita hablo con Ana para ver la posibilidad de ayudarla en algo que la satisficiera, mejor que el estar en una caja de un supermercado. Ana sabía que necesitaba a alguien que la ayudara. La maquina de los proyectos se había puesto en marcha. Las ilusiones también lo han hecho a la par. Manuel ya había los miedos a los cambios. Sabe que puede hacerlos y, por ello, anima, a sus amigos, a llevarlo a cabo. Por otro lado, ve que su compañera también quiere hacer más cambios y salir del trabajo fijo, que le da seguridad salarial. Su vida en esta ciudad le llena cada día más. Va conociendo mucha gente que le van aportando muchas cosas. Su trabajo, también esta muy bien encauzado. Pasados seis meses, comenzaron las obras para la construcción de las dos naves, los proyectos habían sido aceptados y en un mes, se esperaba que entrara en funcionamiento. Hicieron una fiesta de inauguración a la que asistió Mari Carmen y José. Los hijos de Carlos y Ana que no pararon en su labor de camareros, tan nerviosos como sus padres. Las nuevas cabras llegaron al día siguiente, mientras Eusebio había asistido a curso de elaboración de quesos, con multitud de ideas que quería compartir con Carlos. Contaban con la distribución que iba a realizar una empresa frigorífica, con el certificado de la comarca, como un sello de calidad. Cerca se instalo una pareja que se iba a dedicar a las colmenas de abejas. Carlos les había enseñado lo que sabía e incluso les regalo las que él tenía. Se fueron creando nuevas fuentes de trabajo y se notaba en la ciudad y los alrededores. Los fenómenos especulativos también llegaron. Las tierras se revalorizaron. Pero seguían siendo asequibles y se compensaban con la fertilidad de las mismas. Se creo una empresa envasadora de frutas y verduras.
Una cooperativa de vinos quería difundir los caldos producidos allí con su sello de comarca. Margarita aviso de su cese como trabajadora y se fue como autónoma, perdió la seguridad de la nomina mensual, para trabajar con Ana. Pero gano en la ilusión en el aprendizaje con ella, para hacer un trabajo creativo. Para ir se iba con el coche de Eusebio y para volver, lo hacía con él, o venía Manuel a por ella. Consideraron la posibilidad de ir en bicicleta pero los dieciocho kilómetros, por una carretera sinuosa y estrecha, desaconsejaba su uso. Eusebio pensó comprar una casa prefabricada para instalarla en una finca cercana, en el terreno que linda con la casa de Carlos y Ana. Carlos estaba encantado de tenerle como vecino.  Margarita le contó la posibilidad de hacer ellos lo mismo, los gastos de las acometidas serían la mitad. Manuel la miro a los ojos, esos ojos que daban un brillo especial cuando deseaba algo. Manuel recordaba la oportunidad, de esa casa, que le ha brindado José, pero el tenía una nueva vida, no se veían tan a menudo. - Me parece buena idea. Compraron el terreno y encargaron su casa prefabricada. A Margarita le hacía ilusión su nueva casa. Además se libraría del transporte diario. Saldría de su pasado y acompañara a su compañero Manuel en la nueva casa. Recordaba, Manuel cuando conoció a Ana y Carlos. Pasado un año y pico, su vida había vuelto a cambiar. No sabía porque había elegido esta ciudad, pero aquí estaba. Se encontraron con los inconvenientes de una casa prefabricada pero con la ventaja de que en poco tiempo era una realidad. En el tiempo de espera se hicieron las acometidas de agua, luz, teléfono y alcantarillado y en la parte trasera podrían disponer de un huerto protegido por unos árboles de los vientos del norte, siempre mitigados por las montañas cercanas. Las dos casas eran iguales y se prepararon para tener chimenea. Buscaron un sistema para guardar el agua de lluvia, para poder regar y un aerogenerador; para ser un poco independientes.
Eusebio demostró la habilidad que tenia para las chapuzas, lo cual era una gran ventaja ante las pequeñas cosas que surgían  Carlos también se implico, en la construcción de las nuevas casas, de sus nuevos vecinos. Perdían el aislamiento que tenían cuando se instalaron allí. Ana estaba encantado de contar con una amiga, con la que además compartiría su trabajo. El 12 de septiembre terminaron las obras y el 15 se hará la mudanza, al día siguiente seria la inauguración a la que asistirían mucha gente. Afortunadamente las obras de Carlos y Ana, estaban muy avanzadas. Todo el mundo llevo un regalo practico, para las nuevas casas. Ambas casas empezaban de cero. Eusebio recibió una buena ayuda de parte de sus padres, de los que había estado bastante separado por su elección de ser pastor, como algo bohemio que no le venía nada bien a su futuro. Conocieron a su nuevo jefe y la mejora de sus condiciones laborales y a sus nuevos vecinos, a los que agradecieron que se acordara de su hijo para este nuevo trabajo. Manuel solo tenía palabras de agradecimiento hacía su hijo y la gran ayuda que les estaba prestando. A todo el mundo les extraño que hubieran optado por viviendas prefabricadas, pero todos comprendieron que por dinero y tiempo de ejecución era la mejor manera de tener una nueva casa en este lugar. La parte de abajo, de la casa, se habilito para ser un trastero, donde  guardar la leña, herramientas y los trastos. Se aisló para que el tiempo no hubiera humedad. Igual se hizo en la casa de Eusebio. Otro complemento que se añadió fueron placas solares para el agua caliente. Planificaron la distribución de las casas iguales, con dos habitaciones, salón, cocina y baño. Una de las habitaciones es más pequeña, habilitada para habitación de invitados y una mesa de trabajo. La otra lo suficiente grande para poder poner un armario que ocuparía toda la pared opuesta a la ventana. El canapé también es abatible para ser un lugar para guardar cosas. Afortunadamente
no tenían muchas cosas y tampoco era necesario meter más. Con la terminación de la nueva nave tuvieron tiempo para acomodar las nuevas casas. Cuando llegaba, Manuel, sentía unas caras llenas de ilusión, tanto en la cara de Margarita como en la de sus vecinos. Todos iniciaban algo nuevo y por ello hay un sentimiento, positivo, colectivo. Andrés, el colmenero, también, apareció por allí interesado en la posibilidad de instalarse por allí. Solo venia, por las colmenas, los fines de semana y tenía la intención, de su trabajo administrativo en una gestoria, de dejarlo, para dedicarlo a las labores en el campo que le motivaba más. Su pareja también trabajaba en un comercio y tampoco estaba muy motivada. Manuel la hablo de que en la nueva conservera necesitaban personal, podría intentarlo allí. No le pareció mala idea, se puso manos a la obra y redacto su curriculum para entregárselo a Manuel, pues ella entre semana no podía venir. – Si te lo conceden; en el piso donde hemos vivido, os lo pudieran alquilar, podre hablar con el dueño. – Te lo agradezco, porque nuestra vida tiene que cambiar. Respondió Eva. Manuel hablo con Margarita sobre los cambios: – Cuando realizamos cambios es como si perdiéramos la solidez psicológica, nuestra. – Es verdad cuando lo hacemos es como reconocer que estamos equivocados en la decisión que habíamos tomado, eso nos da cierta forma de inestabilidad. – Así pienso que es, quizás por eso mismo, nos de tanto miedo cambiar. Comenta Manuel. Cuando dimos aquellas charlas junto con José nos dimos cuenta de estas cosas y era lo que queríamos trasmitir a nuestros oyentes. Eva y Andrés comenzaron a poner en marcha su proyecto, junto a las casas de Manuel y Eusebio había un prado donde se podrían instalar un par de casas más. Lógicamente tendrían que ponerse de acuerdo con sus vecinos, pero la idea era seductora, pues un grupo
de amigos, vivirían cerca unos de otros, compartiendo, servicios y experiencias. La nueva casa sería más fácil, porque ya se contaba con la experiencia, de las mejoras que se podrían hacer a la casa nueva. Quedaron en verse la siguiente semana para ver los tramites y el dinero necesario, para llevarlo a cabo. Tampoco se pretendía hacer una urbanización, pero si un reducto donde un numero de personas se podrían ayudar. Se quedarían a dormir en la casa de Eusebio, normalmente lo hacían en un hostal. La cena fue más grande porque acudieron los hijos de Ana y Carlos, al finalizarla comenzaron a presentar los proyectos que habían elaborado y el dinero necesario. Estaban encantados con la idea de ponerse manos a la obra. Primero deberían comprar el terreno y presentar los proyectos de obra. Contaban con algo de dinero pero lo otro se lo prestaría sus padres. Pero no era una cantidad desorbitada y podía valer para construir un almacén que les valiera para el desarrollo de su trabajo. También sería prefabricado para abaratar costes. Con ello se finalizaba la construcción de nuevos residentes. Delante de las casas decidieron plantar árboles emblemáticos de la zona. En la parte de atrás todos fijaron arbustos que protegieran de los aires que soplaban del norte y protegieran a los huertos. Las aguas residuales se empalmarían al alcantarillado de Carlos y Ana. Muchos .fueron a ver los resultados de las nuevas tecnologías y lo que todos se sorprendieron es del poco tiempo que se había empleado. Las energías alternativas también era una idea para auto-abastecerse. También el sistema de recogida de agua para uso de riego o de inodoro fue muy valorado. Hasta ahora lo más que se había construido era bloques de edificios como las grandes ciudades, pero desentonaban en el entorno. La ciudad es pequeña y no es bueno que cambie a semejanza de las grandes urbes, porque pierde el encanto y la fisionomía que tienen los pueblos y las ciudades pequeñas. La emigración ha dejado sin población joven y son los nuevos proyectos, los que pueden proyectar volver a ella, cosa que
ocurre pero en una edad más intermedia, de cuarenta a cincuenta años, quien desengañados de los ritmos de vida urbanos, generan un nivel de frustración que les hace volver la mirada hacía aquellos lugares que tienen los servicios necesarios para llevar una vida normal. Como le ocurrió a Manuel. Le llevo una oferta de llevar la representación de aerogeneradores, con una oferta muy sugerente. Un nuevo cambio se le presenta a Manuel. Lo comenta con Margarita, tendría que viajar más. Ahora ha conseguido un nivel de estabilidad. Tiene tiempo para emplearlo en su huerto y sus paseos. Margarita se encuentra muy metida en la elaboración y creación  de dulces. Estar al lado de su casa la permite, ir a hacer tareas del hogar, como la comida y los lavados de ropa. Los hijos de Carlos y Ana se van integrando en las tareas del trabajo diario. Tener ganado es muy esclaviza, pero han logrado que con la ayuda de todos esta tarea sea más fácil.    Eva consiguió trabajar en la industria conservera, pero conoce que en un tiempo corto trabajara con Ana y Margarita, pues cada vez tienen más demanda. Es increíble como se ha adaptado Eva, a una vida rural, ella que viene de una vida urbana. Andrés ha puesto su empeño en formarse lo más posible para querer saber más en torno a su ganado, como utilizar fármacos naturales que no influyan en la producción de miel. Para ello se ha formado asistiendo a cursos y visitando a colmeneros de los alrededores. Se ha identificado tanto, que de él ha partido la idea de formar una cooperativa y añadiendo el sello que garantice que la miel y el polen son de la comarca. Todas estas ideas en un pasado cercano no salían, ya tenían bastante con lo que poseían, pero se abaratarían costes y una mayor forma de comercialización..Y ser una forma de vida, no un complemento, como ocurre actualmente. Su almacén se ha llenado y espera, que con la cooperativa, se coja una nave, donde se envase y se almacenen los productos producidos por las abejas.
Eusebio está tan encantado que su humor ha cambiado, incluso ha comenzado a salir con una antigua compañera de instituto, Susana. Su trabajo se ha estructurado tan bien que permite tener tiempos libres que favorecen, tanto a él, como a Carlos. Va mejorando su casa incorporando nuevas ideas que ofrece a sus vecinos y que adaptan a sus hogares. Como es el habilidoso, esas tareas recaen en él, pero con la ayuda de ellos, siempre. Mari Carmen llega una tarde a la casa de su hija, para comer con ellos, y a la vez interesarse por la elaboración de la pastelería, en ese nuevo horno, visitar a Carlos y ver la producción quesera. Su nueva vida, la ha permitido conocer a Antonio, que vive en un pueblo más allá. Pero esa sintoniza que siente le hace aparecer como una enamorada primeriza. Cosa que hace sonreír a Margarita y a Manuel, con una miradas cómplices. Lo que les hace invitarles para el siguiente fin de semana, para conocerle. – No me lo puedo creer. Dice Margarita, tras irse su madre. – Me alegro por ella, estaba muy sola. Contesta Manuel. – Yo no he tenido esa percepción de soledad, siempre ha estado haciendo muchas cosas. Desmiente Margarita. – Ya se que inicio muchas actividades, pero siempre volvía sola a su casa. – Si pero, yo no he notado esa sensación de soledad, en ella. Al contrario, es como si hubiera abierto las ventanas, subido las persianas y la luz y el aire hubiera penetrado en la casa. Donde siempre había sido persianas hasta media altura y ventanas entornadas. Ya no hay miedo a mostrarse. Contesta Margarita. Mari Carmen se estaba despidiendo de Ana. Manuel coge el coche para tornarla a su casa. En el camino le va contado la ilusión que tiene, y le cuenta la vida rutinaria que llevaba junto a su hija. En esa mirada retrospectiva ella se da cuenta de sus avances y los relata como parte de superación personal. Manuel la reafirma y celebra que la gente que quiere, vaya sintiéndose mejor. Contrariamente a la dinámica de estar mal, que,
es la sensación general. Para vencer un sentimiento general hay que empezar por una mismo. Eso es lo que cree Manuel y así se lo hace saber a Mari Carmen. Aprovecho para ir por la oficina y enterarse las novedades y coordinar las acciones de trabajo. El sol estaba cayendo. En su viaje de vuelta; aparca donde el árbol, ese donde se ha parado muchas veces. El sol se acaba de ir, se sienta de espaldas a él y comienza a reflexionar sobre lo que le rodea. El árbol aun conserva el calor suministrado por el astro desaparecido. Sus pensamientos son de agradecimiento. Comienza a descender la temperatura y es momento de preparar la cena, y por tanto volver a casa. Manuel no ha querido ser maestro de nadie, pero es consciente, que en su cambio personal, ha influido en mucha gente. Ha huido del protagonismo, sabiendo que el mismo, se apoderaría de su ego y le impediría comportarse como ahora es. Estas reflexiones llevaba de camino a casa; cuando se encuentra con un Carlos azarado, muy nervioso. – Manuel han denegado el último crédito que he solicitado. Le falta un aval que no tengo. – No te preocupes, habrá que buscar una estrategia para salvar ese obstáculo. – Ya me dirás como. – A veces nos encontramos a una montaña, que solo es fruto de nuestra creación. – No, Manuel, esto es real. – Y si formaras una cooperativa. Es cuestión de informarse. – Para la misma hacen falta siete personas. – ¿Es difícil, conseguirlas? – No lo he intentado. – Puede ser una posibilidad. Contesta Manuel. A lo mejor esa montaña se convierte en un cerro y se puede pasar. Uno de los desarrollos de la comarca contempla la creación de cooperativas. Puedes hablar con Lucas que trabaja con nosotros y te puede informar de todo ello.
– Hablare con Ana. Porque yo, ahora, me encuentro muy espeso y no tengo criterio. – Que un banco nos cierre sus puertas no es un final, debemos buscar nuevos caminos. – Ya me habías hablado de las cooperativas pero nunca lo había visto, porque no veo el nivel de compromiso de los socios. – Eso es un prejuicio, ahora te pregunto ¿como ves el trabajo de Andrés? – Te diré, que no se como he estado tanto tiempo sin él. Me ayuda muchísimo. – Y eso que él, es un solo asalariado. – Pero lo vive como propio. Te puedo decir que me siento más libre y ayudado, que antes. – Pues, no me hables con clichés del pasado. Te das cuenta. Creo que debes de hablar con Lucas. Te informara del papeleo y lo que necesitas. – Vale, mañana le llamo. – Piensa que siempre que lo que aparece como montaña, si nos fijamos bien solo es un cerro o una loma. – Gracias, Manuel. Lo pensare. Las luces de las cuatro casas estaban encendidas. Abre la puerta de su casa y comenta a Margarita su encuentro con Manuel y la alternativa que le ha propuesto. – Claro en la cooperativa se podría meter el horno de Ana y ya con todos nosotros podemos ser cooperativistas. Se le pagarían por las instalaciones, pues seguirían siendo suyas y el trabajo sería colectivo. Creo que es una buena solución, comenta Margarita. – Esperemos que decide. Al día siguiente, Carlos, fue a ver a Lucas. Este le asesoro a nivel de ley y de las ventajas que le supondría, además de la ayudas que puede solicitar. Al dejarle, siente que sus pies no tocan el suelo, esta ilusionado frente a la sensación que tenía el día de ayer de hundimiento. Lo siguiente sera hablar con los socios. Llama a Manuel para comentarle la conversación con Lucas.
– Por cierto, es una persona muy amable. Me ha descrito las posibilidades que tiene el formar una cooperativa. Solo me queda buscar los cooperativistas. – Ayer comentándolo con Margarita puedes encontrarlos entre tus vecinos. – Si, pudiera ser. Tendría que juntaros para ver si estáis de acuerdo en meteros en el ajo. Voy a decírselo a Ana y ver si este fin de semana, pudiéramos discutirlo. Manuel respeto el plazo y no comento nada, para que fuera Carlos quien hiciera el ofrecimiento. – Se juntaron en la casa de Carlos y Ana. Asistieron todos además de Susana, que pasaba más tiempo en casa de Eusebio que en la de sus padres. Carlos tomo la palabra para hacerles el ofrecimiento de juntar los dos negocios y constituir una cooperativa. Susana abría mucho sus ojos porque se siente parte de ese proyecto y puede ser un trabajo, que, ahora, no tiene. Es tiempo de marcar tareas que cada uno puede desarrollar. Pues todos están de acuerdo. Solo Andrés y Manuel son los que lo tienen más difícil. Pero ellos podrían estar a media jornada, pues no es tan necesaria su presencia. Todos están tan de acuerdo. Carlos y Ana se verían favorecidos por recibir unos ingresos por el alquiler de sus instalaciones. Susana se dedicaría exclusivamente a la producción de quesos, asistirá a unos cursos de elaboración de quesos y podrán sacarse nuevas especialidades. Eusebio esta de acuerdo y responde que esto acelerara que venga a vivir con él. Andrés y Manuel se ocuparan de la distribución y nuevos mercados. Eva se integrara a la labor de Ana y Margarita. También ira a cursos de formación. La reunión se extiende hasta la noche. Entre todos elaboran la cena, los hijos de Carlos y Ana no entienden el movimiento que hay en su casa, pero es en la cena cuando se lo explican. – Entonces ¿deja de ser nuestro?
– No, solo es nuestro, sino que, además aumentamos de trabajadores. Contesta Carlos a su hijo, José Manuel, que no entiende de cooperativas. Manuel se lo explica y su cabeza afirma que lo ha entendido. – Y pensar que antes estábamos Ana y yo solos. Y ahora, tan acompañados. Comenta Manuel – Tu idea ha sido fruto de que todos compartamos un proyecto nuevo. Dice Manuel. Esta creación se merece un brindis. Voy a buscar unas botellas que me regalaron el otro día, con un vino espumoso de la comarca. – Veo una gran ilusión en todas vuestras caras y eso me hace sentirme muy bien, confiesa Margarita. Esa misma sintonía se trasmite en todos y hasta los chicos perciben que algo grande se estaba creando, allí. Quedan par hablar con Lucas para la constitución de la cooperativa, y todos los formularios a rellenar. Afortunadamente existen personas que se ocupan de las burocracias, sino siempre faltaría algún papel o mala redacción. Se gestionaba un nuevo cambio en la vida de ocho personas, que de una manera sorpresiva se han envuelto en un proyecto, que genera ilusión.. Manuel comienza a coger el gusto de realizar cambios. Pero a al ver a sus compañeros de viaje, ellos no se han quedado anclados, también experimentan los cambios en sus vidas. Curiosamente no aparece el miedo al fracaso, sino todo lo contrario, surge la idea de la cooperación, del juntar las fuerzas de su trabajo, para que el mismo, les de los medios para poder vivir. Y que mejor que un grupo de amigos que además, son vecinos. Todos se endeudaron un poco más, pero contaban con la suerte que cada vez recibían más pedidos. Lo que obliga a realizar dos turnos, en el horno. Manuel y Andrés pueden compatibilizar los dos trabajos y sirven de apoyo en momentos donde hace más falta. Pero siempre se trabaja
sin la sensación de agobio y con un respeto hacía el tiempo libre, esencial para la perfecta salud de cada uno de los integrantes. Los puestos no son rígidos sino que se disponen según las necesidades, igual que cuando Andrés necesita ayuda en el envasado de miel y polen. El invierno esta llegando, los días son más cortos. Pero han decidido marcarse un día para juntarse y resolver diferencias o para encaminar nuevos proyectos. La idea de que el dialogo puede superar cualquier posición rígida, hace que personas con tan diferentes edades, lleguen a  entenderse y el trabajo en común que suele generar tantos roces; sea un aliciente de unión y comprensión. Idea exportable a sus vecinos. Que ven un ejemplo de desarrollo y de vecindad. Este invierno fue la muerte de José, le habían faltado días, por la gran cantidad de proyectos que tenía. Fue un duro golpe para Manuel, pero un aliciente para seguir generando ilusión en un mundo que se torna opaco y sin salida. La búsqueda de la ilusión por todas aquellas cosas que se hacen en cada momento. José se fue pero su manera de ver la vida enseño a muchas personas. Manuel ha aprendido que el cambio es una adaptación, por ello el miedo no tiene cabida, no es necesario hacerle un hueco en nuestras mentes. A su manera ha aprendido esto y lo transmite, a quien quiere recibir este mensaje. Para que nadie anteponga el miedo para no hacer cambios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario